XXV. JURAMENTO REFORZADO

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El sonido que emitía una fogata era el único que se escuchaba esa noche.

Alrededor, se encontraba el campamento de la guardia real. Cerca de la cálida fogata, se encontraba el príncipe Mustafá con el pañuelo que la princesa le había obsequiado, apretándolo fuertemente en las manos y con lágrimas en los ojos.

Uno de los integrantes de su ejército, lo vio apenado desde lejos. Ya tenía un gran rato observándolo, y cuando ya no pudo más verlo tan decaído, decidió acercarse.

-Mi príncipe, no se preocupe, la encontraremos. –intentó infundirle aliento el apenado soldado.

-No lo entiendes Sahid… -hizo una pausa Mustafá sin mirarlo. -Quién sabe si ella esté bien… -continuó con la voz quebrada mirando con gran dolor el pañuelo.

-Seguro que sí, de lo contrario, los mercenarios no podrían cobrar la recompensa. –intentó persuadirlo Sahid de sus drásticos pensamientos.

-Esta incertidumbre no se la deseo ni al peor de mis enemigos… -completó el príncipe Mustafá con la mirada perdida en la arena bajo sus pies.

-¿La ama mucho verdad? –preguntó Sahid enternecido.

-Ella es mi motivo para continuar con vida. –le contestó casi por inercia. -Creí que no tenía por qué vivir, luego de la muerte de mi madre. Me rehusaba con todas mis fuerzas a tomar el trono tras la muerte de mi padre y mucho más a contraer matrimonio con una mujer que jamás en la vida había visto, solo por intereses políticos. Pero cuando la vi por primera vez, -al haber dicho esto, apareció un brillo especial en sus ojos. - se encendió un fuego en mi pecho que creí había muerto… -hizo una pausa. -ella llenó de ilusión mi vida. –decía esto, mientras apretaba mas fuerte el pañuelo de Adhara y se lo llevaba suavemente a los labios para besarlo. -Lo dudaba aún, pero cuando la conocí un poco más, pude comprender que el amor a primera vista sí existe, y no solo eso, sino que sentí que desde que la vi, tenía que vivir para que ella fuera feliz. –su mirada aún permanecía lejos de la realidad.

-Entiendo… -respondió Sahid muy apenado por la tristeza del príncipe.

-Me hice un juramento a mí mismo. –Mustafá levantó repentinamente la vista. -Me juré que haría lo que fuera para que ella fuera feliz, incluso si eso representaba mi infelicidad. –decía con los ojos entrecerrados y con el corazón abierto.

-Pero, -Sahid hizo una pausa. -ésas son palabras fuertes mi príncipe. –le dijo Sahid con preocupación, intentando hacerle ver al príncipe, lo que sus palabras realmente significaban.

-Lo sé, y por eso lo hago.  –respondió muy seguro de cumplir lo prometido. -No entendía lo que me pasaba con ella, hasta que me la arrebataron de las manos esos desgraciados. Entonces me di cuenta que se había clavado en lo mas profundo de mi corazón, y que estaba perdidamente enamorado de ella. Así que no sé lo que haré, o lo que sacrificaré, pero me aseguraré de que ella este bien y que sobre todo sea feliz… -completó perdiéndose en sus bellos recuerdos al lado de la princesa Adhara.

-Mi príncipe, verá que los encontraremos, y les haremos pagar con sus vidas el mal rato que le están haciendo pasar. –le dijo Sahid empuñando su mano. -Se lo prometo. –repuso decidido.

El príncipe solo pudo verlo con gratitud, y poniendo una mano sobre el hombro de Sahid a manera de agradecimiento por su consuelo, se retiró a intentar dormir, aunque la preocupación por el amor de su vida, la princesa Adhara, jamás se lo permitiría.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora