XXII. CELOS INSTINTIVOS

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El cruel clima del desierto comenzó a calarles los huesos a la princesa Adhara y a sus ahora secuestradores. Rihán les dijo que subieran a los camellos y la princesa se quedó esperando que la subieran a ella también, pero la maldad de Rihán lo llevó a amarrarla y a avanzar con el camello, mientras la hacía caminar tras de ellos.

Jalid y Ahmed de nuevo se miraron con ojos de incredulidad, moviendo la cabeza de un lado a otro. No podían creer la malvada actitud de Rihán.

De pronto, el caballeroso de Jalid, no soportó la cruel broma de su amigo Rihán y mirándolo con los ojos entrecerrados, se acercó hacia la princesa, mientras la subía con sus fuertes brazos a su camello.

A Rihán no le hizo gracia que Jalid terminara tan pronto con su pesada broma, y no pudo mas que guardar silencio, mientras los seguía, teniendo que soportar el ver  juntos a la princesa y a Jalid.

-Gracias. –le dijo sonriendo la princesa a Jalid. –¿Puedo saber tu nombre? –preguntó con su encantadora mirada.

-Claro mi princesa, mi nombre es Jalid, y estoy a su servicio. –le respondió maravillado y extasiado por tener a la princesa tan cerca. -El insolente es mi mejor amigo Rihán, y el otro compañero es Ahmed, al cual acabamos de conocer. –le dijo con una voz mas segura para intentar impresionarla. –Sé que su nombre es Adhara, y para serle honesto, me fascina ese nombre. –intentó darle un cumplido y su mejor sonrisa. -Yo me encargaré de que este barbaján no la dañe, hasta que hayamos cobrado la recompensa por su rescate. –completó, mientras demeritaba a Rihán, a la vez que se perdía en los hechizantes ojos de la princesa.

Las palabras de Jalid, parecieron tranquilizarla. Y segura por ver como los miraba Rihán, decidió coquetearle un poco a Jalid, para descubrir si le interesaba aunque fuera un poquito a Rihán.

Rihán veía como la princesa rosaba el cuerpo de Jalid, que se veía bastante emocionado por ello, y de pronto, sintió que la sangre le hervía. Intentó tranquilizarse, pero el coqueteo que ella tenía con él, le resultaba intolerable.

-Veo que tienes unos brazos muy fuertes… -le decía la princesa Adhara a Jalid, mientras lo tocaba, y descarada veía de reojo a Rihán, que no les quitaba el ojo de encima.

-Bueno, es que procuro siempre estar en forma. –contestó apenado Jalid, pero su seguridad lo ocultaba.

Rihán sabía que Jalid era un mujeriego sin remedio, y no estaba dispuesto a permitir que se aprovechara de la “inocente” princesa.

Ahmed miraba todo el show riéndose para sus adentros, pues era obvio que Rihán se moría de los celos.

La gota que derramó el vaso de la paciencia de Rihán llegó muy pronto.

-De haber sabido que usted era tan bella, mejor la hubiera secuestrado yo, pero para robármela… -le dijo Jalid con su voz más seductora a Adhara, intentando endulzarle el oído.

-Hubiera preferido que hubieras sido solo tú Jalid el que me secuestrara, y no este barbaján papanatas de Rihán… -lo dijo en voz alta la princesa para provocar a Rihán, mientras lo miraba con desprecio.

-Bueno, ya estuvo bien de tonterías. –dijo de repente exaltado Rihán y con verdadera cara de enojo. Y acercándose con su camello hacia Jalid, se bajó, y bruscamente, le arrebató a Adhara de los brazos. La subió primero a su camello, y después se subió tras ella. –No es nuestra invitada de honor, y esto no es un paseo de recreación, así que la trataremos como rehén y no como lo que es. –completó con fuertes palabras, mientras rodeaba sin cuidado a la princesa con sus brazos, a la vez que hacía avanzar de nuevo a su camello. -Aquí ya no eres la “princesita”, así que acostúmbrate a eso. –le dijo mirándola despectivamente.

Adhara miraba con cara de tristeza a Jalid para lograr su misericordia, pero Jalid no se atrevió a contradecir a Rihán, que ahora iba en verdad enojado.

El tambaleo del camello, provocaba que Adhara cada vez quedara mas cerca del cuerpo de Rihán, y esto la llenaba de emoción, pues a pesar de lo mal que la trataba el insolente y grosero, a ella le agradaba en sobremanera.  No comprendía la brusca reacción de Rihán, pero le había encantado, y sonriendo para sí misma, decidió internarse en los fuertes brazos de su secuestrador favorito, recargándose en su pecho.

Ahmed miraba todo. Jalid no había tenido las agallas para pelear el derecho de llevar en su camello a la princesa y tal vez hasta de poder aprovecharse de ella, y Rihán, celoso, había descarado su sentir por la bella princesa. Ahmed solo reía, disfrutando de lo irónico de la situación, y cuando volteó de nuevo para ver a la princesa, notó que a ella le agradaba bastante Rihán, pues había tomado el pretexto de quedarse dormida para recargarse en el pecho de Rihán, cuando ni siquiera habían pasado ni cinco minutos después de que la viera muy despierta por última vez. Y obviamente a Rihán tampoco le desagradaba el hecho en absoluto, pues, aunque intentaba ocultarlo, se le notaba la cara de satisfacción, tras de un rostro muy serio, que nadie le creería.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora