LI. INCERTIDUMBRE

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La mañana ofrecía un hermoso cielo despejado. La felicidad podía respirarse en todo el pueblo.

Rihán y Adhara no paraban de demostrarse su amor con besos y abrazos interminables.

Jalid y Ahmed lo miraban todo desde una barda alta.

-¿Se ven muy felices no? -preguntó Jalid con cierto dolor en el alma.

-Sí Jalid, hiciste lo correcto. -contestó Ahmed, poniéndole una mano en el hombro.

-No te voy a negar que me duele, pero ellos estaban destinados a estar juntos desde el principio. -repuso Jalid, intentando resignarse ante su triste situación.

-Así es mi querido Jalid. Su destino ya estaba escrito, estableciendo que sus caminos se cruzaran. -continuó Ahmed. -Discúlpame amigo mío, pero no tenías oportunidad frente a un amor que ya existía desde antes que se conocieran. -dijo Ahmed mirando con franqueza a Jalid, quien intentaba alegrarse por la felicidad de su amigo y hermano Rihán.

-Sí Ahmed. Agradezco tu sinceridad. -contestó Jalid, sin dejar de mirar a Rihán y a Adhara, quienes no paraban de reír y de demostrarse la intensidad de su amor. -¿Sabes Ahmed? Eres buen tipo después de todo... -le dijo Jalid con los ojos entrecerrados, mirando a Ahmed, quien siempre le había parecido como un esquelético mono cilindrero, pero que también había resultado ser un muy fiel amigo.

-¡Ja, ja, ja! ¿Y te das cuenta hasta ahora? -bromeó Ahmed, golpeándose levemente la barbilla y guiñándole un ojo a Jalid.

-Oye, ¡no abuses de tu buena suerte! -le indicó Jalid a Ahmed, mostrándole su mano empuñada.

Luego de un rato de silencio, Jalid volvió a hablar, interrumpiendo el silencio que se había creado para observar a los felices enamorados.

-¡De ahora en adelante, volveré a ser el soltero empedernido, mujeriego de nacimiento y sin remedio...! -repuso poniendo su mejor cara de conquistador, fanfarroneando con Ahmed.

-Ja, ja, ja... ¡Sí claro Jalid! ¡Ése sí eres tú! -le contestó Ahmed, riendo de felicidad al ver que Jalid había renunciado al amor para dejar ser feliz a su mejor amigo.

(-Por fin las cosas comienzan a acomodarse...-pensó para sus adentros Ahmed, mientras reía sin parar de los chistes de Jalid.)


Por otro lado, se encontraba Levana.

También miraba a los felices enamorados, pero ella no estaba resignada a perder a Rihán.

Era una mujer muy bella. Sus encantos le habían servido muchas veces para obtener lo que quería, claro, sin dejar que nadie se llegara a ella, pues de lo contrario, perdería de inmediato sus poderes.

Pero lo que verdaderamente le atraía de Rihán, era que él era un hombre muy diferente a todos los que había conocido.

En el pasado, ella habría estado dispuesta a entregarse a Rihán sin importarle perder sus poderes, pero Rihán siempre la había respetado, y sobretodo, sabía que le había sido fiel a su propio corazón.

Cualquier hombre se habría aprovechado de ella, pero no Rihán, y eso había hecho que Levana se enamorara sin control de él.

-En la guerra y en el amor todo se vale... así que Adhara, prepárate para tu ruina, pues dejaré que vueles lo más alto posible, para que la caída te destruya por completo... -decía la hechicera con la mirada tan oscura de odio, que sus ojos no parecían tener fin.

Las palabras de Levana parecían ser una aterrorizante maldición, que representaba una verdadera amenaza para el tierno amor que aún estaba creciendo en los corazones de Rihán y Adhara.

Al caer la tarde, Rihán los citó a todos en la fuente principal del pueblo. Hasta ahora habían podido vivir bien con el oro que habían logrado robarle a los mercenarios, pero les quedaba muy poco.

-Tenemos que movernos. La Guardia Real nos sigue los pasos y si no estamos en continuo movimiento nos atraparán muy pronto. -dijo Rihán, mientras Adhara lo tenía tomado fuertemente del brazo casi sin escuchar lo que decía, solo deleitándose con su dulce voz.

-Amor, tal vez ya ha llegado el momento de volver al Palacio y que pidas mi mano. -dijo Adhara muy despreocupada.

Todos se quedaron estupefactos al oír las palabras de la princesa.

Levana ardía en celos, y su oscura mirada quería desaparecer a Adhara en un segundo, luego de escucharla hablar semejante idiotez.

-¿Acaso eres estúpida princesa? ¿Qué no sabes que si eso pasa nos matarán a todos? Tu papito no les perdonará la vida a tus secuestradores. -Levana hizo una pausa. -Porque eso somos, ¡somos tus secuestradores! ¿Lo recuerdas princesita? ¡Tu adorado Rihán, también es tu secuestrador, eh!-le dijo Levana encolerizada y viendo a la princesa como si fuera una persona con retraso mental.

Adhara no lo había pensado de esa forma, y tal vez por eso no había evaluado realmente la situación.

Al reaccionar la princesa y ver que Levana la había insultado por todos los medios posibles, quiso lanzársele y darle un buen golpe por su ofensa, pero Rihán la detuvo de inmediato.

-Tranquila cariño, y tú Levana, te pido por favor que no la vuelvas a insultar. -le dijo Rihán molesto a Levana, quien ardió aún más de coraje contra la princesa.

-La verdad es que tu padre no va a recibirnos con los brazos abiertos sabiendo que somos tus secuestradores. -le dijo Rihán a la princesa, quien mantenía la cabeza agachada, pues de pronto recordó su compromiso con el príncipe Mustafá.

Tal vez, el sultán podría pasar por alto la ofensa de Rihán al secuestrar a la princesa, si le decía que se había enamorado de él, pero el príncipe Mustafá no estaría dispuesto a que le hirieran el orgullo y volver con las manos vacías a su país.

Eso seguramente sería causa de guerra, pues terminarían las relaciones entre ambos reinos.

La situación era por demás difícil. La felicidad de Adhara la había cegado respecto de la realidad y ahora comprendía realmente la situación.

De cualquier forma, Rihán no saldría bien librado.

-Iremos al siguiente pueblo. -completó Jalid.

-Tengo algunos contactos que me deben favores. -dijo Ahmed, dando una nueva esperanza.

-Además Rihán, ya solo nos falta un pueblo más. -le dijo Jalid a Rihán, quien solo agachó la mirada, perdiéndose en sus pensamientos.

Adhara lo miró extrañada, pues no había entendido el comentario de Jalid, aunque supuso que luego podría preguntárselo a Rihán, ya que por ahora no era el momento.

-No perdamos tiempo. -repuso Rihán, luego de volver de sus pensamientos.

Todos partieron perdidos en sus propios pensamientos, dirigiéndose hacia el siguiente pueblo.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora