XLIX. BAJO EL HECHIZO DEL AMOR

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El camino se volvía interminable para el desesperado Rihán, quien no cabía en sí debido a su gran felicidad.

Alterado, hacía correr a su camello cuanto el pobre animal podía resistir.

Los camellos no están diseñados para correr, pero la bestia parecía entender la felicidad de su dueño, e intentaba dar todo de sí.

El hermoso sol guiaba al enloquecido hombre, quien cruzaba como pez en el agua las hermosas dunas de arena, que se abrían paso para que el enamorado hombre completara su destino.

El sol en el horizonte, las dunas de arena, y Rihán corriendo en su camello en búsqueda del amor, representaban un cuadro perfecto para simbolizar el éxtasis que el hechizo de Arabia ejercía sobre los amantes.

Al llegar Rihán de vuelta al pueblo donde se encontraban hospedados, vio de lejos una plaza en la cual estaban sentados en una fuente, la bella princesa Adhara, Levana, y Ahmed.

Obviamente, Rihán solo veía a una sola persona.

De pronto, Rihán comenzó a sentir unos extraños retortijones en el estómago. Dudó por unos segundos, pero decidido se dijo a sí mismo:


-"¡Es ahora o nunca...!".

Así que, resuelto, corrió con el camello hacia donde se encontraban los demás y se acercó lentamente a la fuente.

Desde el camello miró a la princesa Adhara con su típica mirada seductora y su característica sonrisa torcida.

Aparentaba que no, pero por dentro, estaba que se moría de los nervios.

Para la princesa, Rihán era como un príncipe que llegaba a rescatarla, y sonriendo para sí misma se guardo para ella sola sus pensamientos. Pero extrañada, notó algo fuera de lo común en la mirada de su amado Rihán.

Todos se pararon extrañados cuando Rihán se hubo acercado lo suficiente. El cuerpo de Rihán dudaba, pero no su corazón.

Así que en un arranque de locura, tomó a la princesa Adhara por la cintura y la subió a su camello con él sin dar mayores explicaciones a Levana y a Ahmed, quienes se quedaron atónitos ante el inesperado acto de Rihán.

-¿Qué sucede patán? -gritaba la princesa, mientras Rihán la acomodaba por delante de su cuerpo sobre el camello. -¿A dónde me llevas insolente? -le decía Adhara sujetándose con todas sus fuerzas para no caerse del camello, aunque obviamente Rihán jamás permitiría eso.

Rihán reía con su sonrisa torcida sin contestarle ninguna de sus preguntas.

Llevaba la excitación a tope, y ya no dejaría que las dudas o el miedo lo asaltaran.

Luego de correr montados en el camello por el hermoso desierto un rato, llegaron a unas hermosas y cálidas ruinas que permanecían abandonadas.

Allí, Rihán descendió y bajó a la princesa tras de sí. Al bajar a la princesa, sus cuerpos quedaron tan cerca uno del otro que la excitación que los dos ya sentían, aumentó.

-¿Qué pretendes Rihán? -le dijo recelosa la princesa apartándose de él.

Rihán no podía más que mirarla con ojos de completo enamorado derramando litros de baba, así que por los nervios, las palabras se escondían de él.

La princesa lo miraba desconcertada. No entendía su repentino comportamiento, y se sentía un poco asustada de su silencio.

Ella comenzó a caminar por las ruinas, descubriendo el lugar, mientras Rihán la seguía sin decir palabra alguna.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora