LVI. HECHIZO PODEROSO

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La tarde comenzaba a morir, y sobre el horizonte algunas estrellas comenzaron a aparecer.

El viento soplaba sumamente fuerte y envolvía el cuerpo de Levana, quien caminaba sola por el desierto en búsqueda del demonio dragón al que servía.

La idea de ver a Rihán y a la princesa le parecía repugnante, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera para separarlos, aún si eso significaba la muerte de Rihán.

Rodeada de pequeñas antorchas, permanecía la hechicera sobre la arena en el centro, haciendo todo tipo de oscuros conjuros.

Sus ojos casi idos, tenían un color grisáceo que le permitían tener contacto directo con el mundo espiritual.

Símbolos antiguos estaban trazados sobre y alrededor de su cuerpo, marcados los últimos entre las arenas que no cesaban de moverse, los cuales permanecían intactos a pesar del fuerte viento.

Bajo el frágil cuerpo de Levana, emanaba un gran campo energético que la hacía levitar.

La escena era mística y muy aterradora.

Cualquiera se hubiera ido de bruces de tan solo verla.

De pronto, una espesa nube oscura apareció. La hechicera excitada observaba todo, aún con los ojos color grises.

Su percepción de la realidad comenzó a ser nublada, cuando el antiguo dragón hizo acto de aparición.

Era una bestia inmensa que expedía una energía impresionantemente aplastante. Sus ojos negros no parecían tener fin, y sus gigantescas alas lo mantenían a escasos centímetros de la arena.

La hechicera al verlo cayó de espaldas y no pudo levantarse por unos minutos.

La expresión en su rostro se volvió aterradora, al ver al dragón que quería entrar en ella.

Su corazón latía tan rápido que faltó poco para que explotara, y su mente quedó a un paso de caer al borde de la locura.

Pero esta situación ya era costumbre para Levana, pues desde muy niña conoció a quien se haría llamar su guía y protector, y era obvio que no había tenido alternativa.


Cuando el demonio pudo entrar al cuerpo de Levana sin importarle que hubiese desgarrado su espíritu, la hechicera se quedó tendida casi semimuerta, esperando inconscientemente a que el demonio le inyectara la energía necesaria para cumplir con su propósito.

Separar a Rihán de Adhara, sin importar los medios, ni las consecuencias.



Cuando el sol naciente asomaba sus tiernos rayos de luz, Adhara salió a caminar, para pensar muy bien cómo convencería a Rihán para que la dejara ir primero y suavizar el terreno con su padre.

Pero de nuevo el recuerdo del príncipe Mustafá se le venía a la mente atormentándola.

-(Tal vez mi padre entendería mis sentimientos, ¡pero no el príncipe Mustafá! ¿Qué debo hacer mi Dios? ¡Guíame Padre! -suplicaba la princesa a Jehová de los Ejércitos por una respuesta a tan difícil situación. -Padre, sabes que no quiero que le pase nada a mi Rihán, me has permitido encontrar el amor a su lado y te ruego me ayudes a encontrar la manera de que podamos seguir juntos y unirnos en matrimonio frente a Ti... -oraba Adhara con lágrimas de angustia.)

La princesa se encontraba orando sola en el desierto, cuando de pronto, Levana la miró desde lejos con una sonrisa diabólica.

Levana la observó por unos instantes, mientras rogaba a su demonio que fuera con ella para lo que tenía planeado.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora