XXXVIII. UN TATUAJE EN EL ALMA

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El caluroso clima de Arabia hacía muy borrosa la vista del camino.

En varios kilómetros a la redonda no podía divisarse ni una sola sombra. La escasez de flora en el desierto evitaba resguardarse de los abrazadores rayos del sol.

Casi todo el día habían viajado Rihán, Jalid y la hechicera en la carreta llevada por los mercenarios, y cuando comenzaba a morir la tarde, Rihán que no había podido dormir vigilándolos, pudo ver que la mujer comenzaba a despertarse.

La bella mujer lo miró muy cerca de ella luego de que se hubo girado, y de inmediato supo el porqué.

-Gracias... -repuso la misteriosa mujer con su intensa mirada sobre los ojos de Rihán, al comprender que éste la tapaba con su cuerpo, pero sin tocarla.

La voz de la hechicera era muy fuerte y tan sensual que parecía hechizar a Rihán.

-Ni que lo digas... -contestó Rihán, acariciándole suavemente la cara. -Mejor dime, ¿cómo te llamas y quién eres? -preguntó intrigado, perdido en su intensa mirada.

-Mi nombre es Levana (Luna en hebreo). -contestó la mujer. Soy una hechicera rumana, y gracias a eso he podido despertarte, pues tu estado era realmente grave. -repuso con una mirada tan dulce, clavándose aún más en la intriga de Rihán.

-¿Y cómo llegaste aquí? - preguntó Rihán mirándola aún recostada a su lado.

-Éstos bárbaros me raptaron del reino persa. -contestó Levana, con su dulce y sensual voz, que le endulzaba el oído a Rihán sin siquiera decirle nada especial.

Levana se incorporó para permanecer sentada a su lado, y continuar hablando con Rihán, quien la miraba extasiado por la impresionante energía que la mujer irradiaba.

-Desde muy pequeña fui raptada y separada de mi familia. Nací con poderes especiales, y eso contribuyó a que el rey persa me quisiera para su beneficio personal. Muchas veces estuvo a punto de llegarse a mí, pero mi don se irá en cuanto un hombre me conozca... -continuó con amargura en el corazón.

De pronto, unas lágrimas aparecieron en su rostro. En cuanto Rihán lo notó, tomó las lágrimas de la hechicera en sus dedos y las besó. La mujer extrañada no pudo evitar sonreír ante el tierno gesto.

-No desperdicies tus lágrimas, son muy valiosas. -le dijo Rihán, mientras la veía con dulzura.

La mujer sintió de nuevo ese sentimiento tan fuerte que la embrujaba, mucho más de lo que ella podía hacerlo con cualquiera usando su magia.

Y sin más, se lanzó a los brazos de Rihán, quien le correspondió el dulce pero muy fuerte abrazo. Luego de unos momentos en silencio, Rihán decidió continuar hablando.

-Dime, ¿qué significa el dragón tatuado en tu espalda? -preguntó Rihán con Levana aún entre sus brazos.

La mujer pareció incomodarse ante la pregunta, pero intentando corresponderle a Rihán con honestidad, decidió contarle.

-Nací con poderes muy especiales Rihán. Disculpa, pero así escuché que te llamaba tu amigo. -le dijo algo apenada la hechicera. Rihán asintió cariñosamente con la cabeza. -Solo pocos pueden llevar éstos poderes consigo y tener éste gran privilegio. -contestó Levana mirándolo fijamente a los ojos sin despegarse de él ni un momento. -Mi sangre es sagrada, pues mi familia siempre ha sido protectora de la magia, así que, por herencia, en cuanto nací, me dedicaron a un antiguo dragón muy poderoso, el cual me marcó dejándome éste tatuaje. Es por eso, que mis poderes se incrementan a medida que los uso. -repuso orgullosa la hechicera.

-Puedo sentir una extraña opresión en mi pecho. -contestó asombrado Rihán, sintiendo la impresionante energía que el cuerpo de Levana expedía.

-Ésa es la energía del poderoso dragón que también es mi protector y mi guía. -contestó Levana, mirando a Rihán con una mirada seductora.

Rihán pareció sopesar sus palabras. Todo sonaba muy mágico y tan irreal que no lo hubiera creído si Jalid no le confirma que gracias a la poderosa hechicera, volvió de un sueño del que tal vez nunca habría regresado.

- ¿Quieres ver el tatuaje? -le preguntó Levana con una cara de incitación a Rihán, quien no se esperaba semejante proposición.

Rihán no pudo responderle por la impresión de la pregunta, cuando de pronto, la hechicera comenzó a quitase por completo su pequeño y roto vestido, para mostrarle el tatuaje completo.

Rihán sintió que un fuego abrazador le hacía hervir la sangre. La temperatura del cuerpo le aumentó suficientes grados como para que se le nublara la razón.

El corazón le latía sin parar, y su cuerpo reaccionaba solo. Tenía en frente de sí a una mujer hermosa que se le insinuaba desnuda y que parecía estar fascinada por él.

Rihán sintió que ya no podía más, y que su cuerpo actuaba sin dejar pensar a su cabeza, pero de pronto, el recuerdo de la bella princesa Adhara invadió por completo su mente, devolviéndole la cordura.

Así que, Rihán intentó calmar su fuego, y tomando el vestido de la hechicera, se lo puso encima para que se tapara, a la vez que se alejó con los ojos cerrados y con la mente conectada de nuevo.

La hechicera se quedó mirándolo extrañada en silencio, mientras se ponía de nuevo el vestido muy avergonzada.

El silencio incómodo entre Levana y Rihán se hizo presente. Jamás se había sentido tan rechazada la hechicera.

Se sentía humillada, pero lejos de guardarle rencor a Rihán, lo admiró por su fuerza de voluntad frente a una bella mujer desnuda dispuesta a todo por él.

De pronto, algo inexplicable invadió a Levana.

En el pecho de Levana comenzaba a crecer un sentimiento muy fuerte, un poder mucho más grande que el del antiguo dragón que la regía, un sentimiento tan poderoso que jamás había conocido y que estaba a punto de envenenarla hasta el último de los rincones de su ser.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora