XVIII. SÚPLICA DEL CORAZÓN

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La noticia llegó rápidamente al palacio real. El sultán gravemente preocupado mandó un comunicado a todos los lugareños de Arabia y de sus afueras, diciendo que quien trajera a la princesa sana y salva, ganaría una gran fortuna como recompensa.

El sultán caminaba de un lado a otro en el gran salón del palacio. ¿Cómo era posible que unos barbajanes hubieran podido secuestrar lo más preciado que tenía?

Un fuerte dolor de cabeza lo hizo desmayarse. Al momento, un montón de sirvientes se encontraban atendiéndolo. Intentaban hacer que volviera en sí, pero todo parecía indicar que un infarto había tocado su débil corazón. Pero justo en ese instante, el príncipe Mustafá llegaba al palacio, cuando vio con preocupación la escena. Y corriendo rápidamente a ver lo que ocurría, se hincó para sostenerle la cabeza al sultán. Cuando el sultán Shahriar abrió los ojos, pudo ver aliviado frente a sí, a Mustafá.

-Hijo mío, por favor, trae de vuelta a mi hija Adhara... -hizo una pausa Shahriar, mientras tosía. -La han secuestrado. -volvió a toser. -Temo por su vida. Sé que tú la amas, y la encontrarás. ¡Por favor, te lo ruego príncipe Mustafá!. -completó apretándolo fuertemente de sus ropas.

-Claro que sí sultán Shahriar... -dijo con inmensa consternación y en estado de shock el príncipe, tomándole fuertemente la mano.

Y levantándose apresurado, sacó de su bolsillo el pañuelo que Adhara le había dado, y besándolo, se prometió a sí mismo encontrarla.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora