XLIII. EL PODEROSO JEHOVÁ

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La búsqueda de la ansiada planta fue muy difícil. Adhara y Ahmed tuvieron que pagar una fuerte suma a un usurero mercader una vez que dieron con él, pero la vida de Rihán lo valía.

Llevaban una buena cantidad de oro luego de haber saqueado a los mercenarios, y no les había importado a ambos desprenderse de casi la totalidad de ese oro en esta ocasión.

Al regresar a la posada, Adhara le pidió a Ahmed, a quien ahora le tenía más confianza, que le ayudara con Rihán.

Adhara le enseñó a orar a Ahmed al poderoso Dios Jehová, para que suplicara también por la vida del desventurado de Rihán.

Ambos entraron al cuarto. A Adhara se le partía el corazón de ver a su amado tan mal.

-Con ésto bastará. -dijo la princesa muy segura de sí misma, parándose de la cama de Rihán y sacudiéndose las manos satisfecha, obviamente confiada en el poder de Jehová, luego de haberle dado a beber un preparado con la planta medicinal.

-Espero que tu Dios sea tan poderoso como para salvarle la vida, y si lo hace, te juro princesa que Él será también mi Dios. -le dijo en voz baja Ahmed a la princesa para no molestar a Rihán, mientras Adhara le sonreía en silencio.

Las horas trascurrieron, y Adhara permanecía dormida cerca de la cama de Rihán cuidándolo.

Los demás habían salido a conseguir comida prometiendo traer también para Adhara, la cual no había permitido que Levana entrara de nuevo al cuarto sin supervisión, y tampoco se había separado ni un segundo de Rihán.

De pronto, unos ruidos despertaron a Adhara, quien sobresaltada, se levantó de inmediato.

-Adhara... -balbuceaba Rihán inconsciente en voz apenas audible.

La princesa no pudo ocultar la felicidad de escuchar su nombre de labios de Rihán, considerando que su subconsciente no podía mentir en una situación así.

La sonrisa de la princesa era tal, que se le habrían podido oxidar los aretes si no hubieran sido de oro.

-Rihán, ¿estás bien? -preguntó Adhara acercándose rápidamente a él, tomándole la mano. Enternecida, lo miró aún con su inmensa sonrisa, muy feliz de verlo volver en sí.

-¿Qué pasó princesa? -preguntó Rihán recuperando el sentido e intentando reincorporarse lentamente, pero la princesa lo detuvo.

-Tranquilo... -le dijo Adhara mientras ponía la mano sobre su pecho para recostarlo de nuevo. Su sonrisa aún delataba su inmensa felicidad.

-Ahora recuerdo todo... - Rihán hizo una pausa llevándose una mano a la cabeza, para después mirar a la princesa con los ojos entrecerrados. -Tú... -decía apenas recordando frases sin poder unirlas. -Tú ibas a salvar mi vida... -le dijo Rihán mirándola con suma incredulidad, pensando que todo había sido solo un sueño.

-Para que no digas que nunca hice nada por ti. -le dijo Adhara levantando los hombros y una ceja, mientras le sonreía. -Además, tu terquedad impidió que pudiera hacerlo... -repuso Adhara mirándolo con ternura, intentando ocultar pero sin éxito, su felicidad de tenerlo de vuelta.

-Te estaré agradecido por el resto de mi vida princesa... -le dijo Rihán con una mirada que no ocultaba en lo más mínimo el amor que se le desbordaba por Adhara.

-¡Al contrario! Yo te estoy agradecida, pues a pesar de mis intenciones, preferiste sacrificarte para que el ataque no llegara hasta mí... -respondió Adhara aún con su sonrisa de boba, mientras veía a Rihán mirarla casi al punto de corresponderle en sus sentimientos.

El momento en que sus miradas se fundían después de que Rihán hubiera abrazado a la muerte era tan intenso, que sus cuerpos no pudieron ocultar sus ganas de unir los labios.

Rihán se había incorporado para acercarse a Adhara, quien no hizo nada por apartarse.

El calor inmenso invadía sus cuerpos, pero el fuego del amor les quemaba hasta llevarlos al borde de la locura.

Adhara había estado a punto de perder al hombre que amaba, y Rihán había estado a un paso de la muerte, sin siquiera poder despedirse de la mujer que lo enloquecía.

La pasión atacaba sus cuerpos, pero su mente aún los detenía. Sus miradas cambiaban de reflejar un inmenso amor, para aumentar en una enorme pasión.

Rihán comenzó a acercarse lentamente hacia Adhara, pero ella ya estaba tan ciscada porque había quedado en ésa misma situación varias veces sin que pasara nada, que ésta vez, estaría prevenida.

Pero la cercanía de Rihán parecía indicar que ésta vez no habría vuelta atrás.

La sangre les hervía sin parar, y el pobre corazón de ambos apenas y podía bombear tanta sangre en tan poco tiempo, que estaba apunto de estallarles.

Pero justo en el momento en que sus cuerpos les gritaban que se besaran y ya estando a escasos centímetros de tocarse, Levana interrumpió el momento abriendo rápidamente la puerta sin tocar.

Aturdida Levana, los vio sintiendo un gran odio en el corazón. Pero al ver que Rihán había despertado, decidió tragarse todo el rencor que sentía hacia la princesa, y corrió hacia el hombre de su vida.

-¡Rihán...! -gritó emocionada Levana, mientras lo abrazaba con todas sus fuerzas.

Adhara solo los vio, sin decir ni hacer nada. Sabía que la hechicera lo quería, pero también sabía que Rihán sentía algo mucho más fuerte por ella que por Levana.

Al momento, Jalid y Ahmed entraron al cuarto, para abrazar a Rihán con todas sus fuerzas luego de haberlo visto recuperado.

-¡Tranquilos, aún estoy herido! -dijo Rihán aguantando el dolor que los abrazos le provocaban, riendo casi sin querer.

-¡Perdón hermano! Es que me siento muy feliz de que estés de vuelta... -le dijo Jalid limpiándose unas lágrimas que apenas se asomaban.

Las risas no paraban por la emoción de ver que Rihán se encontraba fuera de peligro, cuando Ahmed interrumpió el momento.

-El Dios de Adhara es real... -dijo Ahmed con una voz apenas audible y asintiendo lentamente con la cabeza.

-¿Qué dijiste Ahmed? -preguntó Jalid sin entender sus palabras.

-¡Dije que el Dios de Adhara es real! -gritó Ahmed con una cara de felicidad por que por fin había conocido a un Dios verdadero.

-Es cierto... -dijo Jalid, mientras aparecía una sonrisa en su rostro agradeciéndole a Jehová en silencio, a la vez se llevaba una mano al pecho con los ojos cerrados.

(-Te dije que si lo salvabas, yo te serviría... Gracias... -repuso para sus adentros Jalid, mientras agradecía con lágrimas a Jehová de los Ejércitos.)

Adhara agradecía de rodillas a Jehová, mientras Jalid y Ahmed la seguían.

Rihán se sentía feliz de saber que no se había equivocado al elegir creer en el Dios que Adhara le había presentado.

En ese momento, Levana comprendió que su "protector" no era más que un simple esbirro del verdadero Dios Jehová, y se sintió avergonzada por tener que servirle.


BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora