XXVII. CERO A LA IZQUIERDA

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Las horas se volvían eternas para Rihán, que caminaba tras de sus compañeros y de la princesa, ignorado totalmente. Veía cómo Adhara tenía ganados a Jalid y a Ahmed. Nunca había tenido problemas con su amigo Jalid, al menos no por una mujer. Siempre se habían respetado, y jamás se habían enojado por insignificancias como las que habían ocurrido.

Al frente del cero a la izquierda de Rihán, Adhara aún tomada del torso de Jalid,  reía encantada de estar rodeada por dos hombres que le hacían fiestas a todo lo que ella decía.

-Eres encantador Jalid… -le decía la princesa con una gran sonrisa a Jalid, a quien se le subía mas el ego por los elogios de la princesa. –De verdad, me alegro de que seas tú quien esté conmigo en éstos momentos. –decía con voz un poco más fuerte, para que Rihán pudiera oírla. –Y también tú Ahmed, me siento muy feliz de que hayan sido ustedes dos mis captores, aunque no puedo decir lo mismo de Rihán. –decía esto, mientras volteaba para atrás a verlo con los ojos entrecerrados y con un total desprecio, que le caló en el alma a Rihán.

Luego de caminar por un largo tiempo mas, el pueblo pudo divisarse borroso, por el intenso calor. Adhara, Jalid y Ahmed, festejaron abrazándose por la cercanía de lo que representaba una buena cama para dormir,  deliciosa agua, y mucha, mucha comida. 

Rihán caminaba lento, con la mirada perdida sobre la arena bajo sus pies. El haber llegado al pueblo no le dada ninguna gratificación luego de lo ocurrido con la princesa.

De pronto, Rihán, sentido con Jalid, se le acercó para intentar hablar con el.

-Jalid, ¿puedo hablar un momento contigo? –le pidió suplicante Rihán a Jalid, quien lo miró con resentimiento por haberlo juzgado mal la última vez.

-Sí, pero después de que hayamos comido. –respondió fríamente Jalid, sin podérsele negar, únicamente por el recuerdo de su amistad, mientras acercaba un poco más el cuerpo de la princesa al suyo, para que Rihán lo viera.

La princesa Adhara,  miró a Rihán cabizbajo, y se sintió mal por él, pero repentinamente, le llegó a la mente el recuerdo de sus crueles palabras.

“Porque yo no veo a Adhara como mujer..." 

Adhara se llenaba de coraje en contra de Rihán, pues sus palabras le calaban atrozmente cada vez que las recordaba. Así que decidió ignorarlo por completo.

La gente del pueblo los recibió de maravilla. Parecía como si les debieran mucho a  Rihán y a Jalid, pues a donde quiera que iban, les abrían totalmente las puertas.

Luego de que todos hubieron comido y bebido cuanto pudieron, y después de haber ignorado inhumanamente a Rihán, éste decidió interrumpirlos.

-Ha llegado el momento de cambiar de ropa a la princesa. No queremos que la reconozcan. –dijo Rihán sin siquiera mirar a ninguno de los divertidos amigos que disfrutaban la convivencia, dejándolo fuera.

La princesa, aún llevaba sus ropas reales, un poco sucias, pero era obvio que cualquiera que trajera unas ropas como ésas, pertenecía indiscutiblemente  a la nobleza.

Adhara, Jalid y Ahmed asintieron, mirándose entre ellos, acusando a Rihán con la mirada de haber terminado con la diversión, a la vez que apretaban la boca.

Caminaron aún muertos de risa Adhara, Jalid y Ahmed. Rihán iba al frente intentando ignorarlos también. De pronto, llegaron a una gran tienda, donde a su encuentro, salieron unas mujeres de mediana edad, que recibieron a Rihán y  a Jalid de mil amores.

-Mira nada más como haz crecido mi Rihán. –decía una de las mujeres, mientras lo giraba para verlo completamente. –Y tú también mi Jalid. –completó girándolo también.

-Se han puesto muy guapos los dos… -repuso otra de las mujeres alzándoles las cejas.

Rihán y Jalid, se sentían avergonzados por los elogios de las mujeres mayores, y solo podían bajar la mirada, debido a los nervios.

Adhara y Ahmed solo reían, viendo como se sonrojaban Rihán y Jalid, al ser abrazados y chuleados por las mujeres.

Adhara veía a Rihán sonrojado, y le parecía hermoso. Recordaba los intensos momentos que habían pasado, junto con sus intensas ganas de besarlo, y suspiraba.

  Pero las crueles palabras de Rihán, la volvían a su realidad, haciéndola detestarlo nuevamente.

(-No puedo pensar en Rihán de otra forma… -pensaba Adhara. -Él ni siquiera puede verme como mujer. –se dijo muy triste a sí misma. Así  que bloqueándoce, intentó ahogar su tristeza en su falsa risa.)

-Hemos traído a Adhara para que le quiten estas horribles ropas y la vistan como debe ser. –le dijo Rihán a las mujeres, mientras le tomaba la mano a una de ellas, para que se encargaran de la princesa.

-Claro que sí, mijito… -contestó la dulce mujer. –Pero que bella es… ¿Es tu novia Rihán? –preguntó insidiosa a la vez que le daba una leve palmada en el pecho. El silencio incómodo se apoderó de los presentes.

-No, en realidad es mi novia. –interrumpió Jalid con una gran sonrisa, mientras acercaba más a Adhara hacia él.

-No soy novia de ninguno, solo somos amigos. –contestó Adhara avergonzada, intentando no sonrojarse, mientras negaba con las palmas de las manos la pregunta.

-Bueno, pues nosotras nos encargaremos de ti preciosa. Ven, y haremos maravillas contigo. –le dijo la mujer, tomándola de la mano, a la vez que se internaban en la tienda.

Jalid miraba a la princesa, como si no pudiera quitarle la vista de encima, pero Rihán lo hizo despertar.

-Ahmed, quédate custodiando a la princesa por favor. Jalid y yo tenemos un asunto pendiente. –le dijo Rihán a Ahmed, quien asintió afirmativamente. 

A  Jalid no le gustó mucho tener que ir y hablar con Rihán, pero por su amistad, se fue con él. Jalid caminaba tras de Rihán, mientras volteaba hacia atrás, deseando con todas su fuerzas no perder de vista a la princesa.

BAJO EL HECHIZO DE ARABIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora