Capitulo 7

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Camine de un lado a otro en cuanto pude sostenerme en pie. Me había tomado toda la botella de agua y estaba por abrir otra.
Estaba controlando el tiempo, había dicho media hora y habían pasado ya quince minutos.

Me detuve tan solo unos segundos para respirar, esto no podía ser verdad. Habían matado a Mario y ahora venían por mi.

Escuche un ruido y pude ver como la puerta se abría, cerré los ojos, si iban a matarme pues yo no quería ver cómo lo harían.

-¿Tienes hambre?- escuche la voz de Jairo y mi cuerpo se aflojó totalmente. Abrí los ojos, primero uno y después el otro. Allí estaba parado frente a mi con una canasta de mimbre bajo el brazo.

-¿De que vas?- pregunte aún temblando.

-Han sido los vecinos, trajeron comida como bienvenida.- llevo una magdalena a su boca y mordió.

-¿Me estás jodiendo Torres?- él sonrió levemente mientras yo me sentaba furiosa en uno de los sillones.

-¿Que? Yo no sabía que eran los vecinos.- volvió a morder la magdalena y le miré.

-¿Puedo salir de aquí?- me levante del sillón. El asintió con la cabeza y camine rápido. Le esquive y al fin salí de la habitación de pánico. Pude respirar aire fresco, estar allí me agobiaba.

Camine hacia el baño y cerré la puerta tras de mi. Me quite la ropa y me quede en ropa interior en el medio del baño. Respire agitadamente.

-Mario ha muerto...-dije mientras me miraba en el espejo.- Mario ha muerto y yo soy la próxima.- las lágrimas comenzaron a caer desde mis ojos pero no me importo.

-¿Stella estás bien? -Jairo golpeó la puerta y trate de calmar mi llanto pero fue imposible.- ¿Stella? ¿Necesitas que entre? Te escucho llorar.

-No será necesario que entres. Me ducharé.- le puse seguro a la puerta y abrí el grifo de la ducha. La verdad que ya era hora de ducharme, no lo había hecho en todo el día.

Me quité lo que me quedaba de ropa y entré a la ducha. El agua estaba tibia y eso me tranquilizaba.
No podía dejar de pensar en Mario, él tenía una familia y yo los conocía. También me preocupaba Samuel, él tal vez estaba en la misma situación que yo y todo esto es realmente pura incertidumbre.

Demore todo el tiempo que creí necesario dentro del baño, tal vez quería estar sola tan solo por un momento.
Volví a ponerme la ropa que traía puesta, no tenía otra cosa así que me conformaba con esto.
Mire mi figura frente al espejo nuevamente y limpie las lágrimas que se acumulaban en mis ojos. Extrañaba a mi abuela y dudaba de si quería estar aquí.

Al salir del baño pude ver a Jairo sentado en el suelo, a su lado estaba la canasta de mimbre con comida y sobre su regazo tenía una gran carpeta de color azul con el logo de la policía en la tapa.

-¿Que haces aquí?- pregunte cerrando la puerta del baño tras de mi.

-Quería asegurarme de que estuvieses bien respetando tu privacidad al mismo tiempo.- fruncí el ceño y me acerqué un poco.

-¿Que es eso?

-La carpeta de protocolo.- mire hacia otro lado, si me tenía que aprender todo eso entonces la estadía aquí sería un bodrio.- Sé que se ve aburrida, pero te ayudaré a hacerlo más ameno.

-¿Podemos sentarnos en un sillón al menos?- pregunte mirándole nuevamente. El asintió y se levantó ágilmente.

-Primero tienes que comer algo, las magdalenas están muy ricas.- dijo caminando hacia el living. Lo seguí.

-No tengo hambre.

-Tendrás que comer en algún momento.- rodé los ojos mientras me sentaba en el gran sillón de cuero negro que había en el lugar.- está bien, no te obligaré a comer ahora, igual debes tener en cuenta que ha sido un día complicado y necesitas energía para lo que viene.- hablo como un padre a su pequeña hija.

-No tengo hambre.

-Está bien, lo siento.- dejó de insistir- ¿te parece si comenzamos?- asentí. Él abrió la carpeta y se sentó a mi lado, se acercó lo suficiente como para que yo pueda ver lo mismo que él veía. Comencé a leer toda la introducción y me observo detenidamente. Le mire y conectamos nuestros ojos.

-¿Que?- pregunte sonriendo, él me desconcentraba tanto que lograba olvidarme de que estaba angustiada.

-Nada, si quieres podemos saltearnos la introducción.- observe la carpeta- lo digo solo para que no te aburras tanto.

-Está bien, vamos a lo bueno.- alzo su cejas sorprendido y yo entrecerré mis ojos- a la parte de las reglas.- me obligue a aclarar. Con una de sus manos pasó las hojas y nos concentramos nuevamente en lo que teníamos enfrente.

-Primera regla...-leyó en voz alta.- la víctima podrá decidir si su identidad será reservada o no, si decide que si, entonces la custodia deberá proceder a utilizar una clave o número para identificarle.- le mire.

-No.- ordene.- de ninguna manera dejare que me llames por un número.- sonrió.

-La clave podría ser...-pensó- la chica del expediente.- sonreí.

-Me llamarás Stella y listo. Aparte, esa clave es demasiado larga.- soltó una sonrisa y seguimos leyendo.

-Regla dos- leí en voz alta esta vez yo- se procederá a la relocalización en el territorio nacional o extranjero si así se necesitase, tanto para la víctima como para su familia.

-Tu abuela estará bien.- dijo como si conociera lo que pensaba. Suspire, otra vez comencé a sentirme angustiada.- sabes qué Ortega está con ella, nadie lo sabe, está segura.- afirmó.

-Sigamos leyendo.- trate de esquivar el tema. Y el paso la hoja.

-Se le prestará también a la víctima ayuda económica y atención en salud.- Leí esta vez.- Bueno, espero no necesitar de ninguna de las dos.

-La primera la tendremos que utilizar, no tienes ropa y debemos llenar la nevera, la canasta de los vecinos no nos durará tanto.

-Bueno, al menos no quiero necesitar la atención en salud.

-Esperemos que no, en realidad, me asegurare de que no.- volvió a leer la carpeta pero esta vez en silencio.

Torres me parecía una persona extraordinaria, Ortega tuvo razón cuando me lo dijo. Agradecía poder tener esta comunicación con el, de alguna manera me hacía sobrellevar este estado de ánimo que tenía.

La chica del expediente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora