-Aquí hay café.- dijo Luca sentándose a mi lado.
-¿Como va el trabajo?- pregunte tomando el vaso con mis manos.
-Bien, volviendo a la normalidad.- sorbí un poco de café, lo agradecía totalmente, necesitaba una intravenosa de este liquido negro.
-¿Ortega?
-Recuperándose con un fisioterapeuta. Ya puede levantarse de la cama al menos.- a la pobre le habían golpeado de tal manera que debió estar internada un mes, tuvieron que operarle la cadera.
-Me alegro.- dije mirando a la nada.
-¿Tu abuela?- pregunto el agente después de varios minutos de silencio.
-Ella está bien, ha vuelto a su rutina normalmente.- sonreí a recordarla. Después de que me dieron el alta pude ir a casa, nuestro reencuentro fue lo mejor que me ha pasado en este ultimo tiempo.
-Stella...-llamó mi atención y le miré.- ¿Por que no consideras solo venir a visitarlo? Has estado aquí sentada día y noche, eso no es bueno para tu salud.
Jairo aún no salía de cuidados intensivos, habían sido dos meses larguísimos. Todavía no podía entrar a verlo, solo tenia que conformarme con observarlo desde atrás de una puerta de cristal. La bala hirió varios de sus órganos y lo habían operado varias veces. Ahora solo quedaba esperar a que se cure y que despierte.
-Tengo que volver al trabajo en unas semanas.- le conté. Solo la idea de separarme de Jairo me hacía deprimir lo suficiente. Me sentía totalmente culpable y era mi obligación quedarme aquí hasta que pudiese abrir los ojos. Entendería si no quería verme mas, solo necesitaba ver que abriera los ojos, solamente eso, para tratar de seguir con mi vida.
-Te estas castigando mucho.- lo observe mientras bebía de su café.
-¿Quien ha disparado la puta bala?- pregunte enojada, siempre teníamos la misma discusión, una y otra vez. Su móvil sonó y pidió disculpas antes de retirarse. Me quedé allí, sentada, como siempre.
Ya había contado todas las baldosas del piso, todas las hojas de la planta que había junto a mi y también había probado todos los café de la maquina. Mis pensamientos se centraban siempre en el mismo lugar, Jairo. Le rogaba a Dios todas las noches por el, no quería que se lo llevase de este mundo. No así, él estaba tan débil e indefenso. Nadie podía acompañarlo, nadie podía tomar su mano para que por lo menos sintiera compañía. Era horrible, fueron dos meses de pura expectativa y desilusión.
-Tengo que irme, me han llamado de la comisaría.- Luca beso mi cabeza- no te atormentes demasiado y cuídate, volveré en cuanto pueda.- asentí y lo observé retirarse del lugar. Otra vez me quedaba sola aquí. Suspiré y volví a contar las baldosas del suelo con la esperanza de que algo cambiase.
Después de dos horas totalmente incomoda, Verónica, la enfermera encargada de la sala de Jairo pasó frente a mi.
-¿Sigues aquí? Tienes mas horas que yo en este hospital.- bromeo y la observe, cansada.- cariño, hace mucho que estas sentada aquí.
-Déjame verlo, te juro que nadie se dará cuenta.- pedí como todas las noches.
-Stella, sabes que si nos descubren me sancionan.
-Él no corre peligro, siempre estoy detrás de la puerta.- ella rodó los ojos.- por favor, solo necesito verlo un momento.- rogué.
-Esta bien, pero solo unos minutos. Mi turno esta por terminar.- sonreí agradecida y me levanté de mi lugar. La espalda estaba matándome.
Le seguí por donde tenía indicado, ya me sabía el camino y las reglas. Total silencio, siempre.
-Aquí está, sin cambios.- dijo deteniéndose frente a la puerta. Me acerqué al vidrio, podía verlo claramente aunque me dolía no poder ni siquiera acariciarlo. Él tenía un respirador y la barba le había crecido. Podía ver sus ojos hundidos, aunque los mantenía cerrados. Él estaba deteriorándose bastante rápido.- iré a llenar unos datos de su planilla y vuelvo enseguida.- indicó la enfermera. Me quedé al lado de la puerta, no podía quitarle la vista de encima. Me dolía muchísimo verlo así, yo había causado esto, todo es por mi culpa. Si tan solo supiera que estaba aquí acompañándole, solo estábamos divididos por un vidrio.
Observé todo su cuerpo, ya no era el mismo Jairo energético y bromista que convivía conmigo. Mire sus brazos nuevamente y me enfoqué en algo que no veía desde hacía tiempo. Estaba moviendo una de sus manos, mas específicamente su dedo índice. Me desesperé, el se estaba moviendo. Busqué a Verónica con mi vista, tenía que avisarle de esto, pero no la veía. No sabía si ir a buscarla o entrar a decirle que todo iba a estar bien.
Recordé que prometí no hacer ninguna estupidez desde aquel día y este momento no iba a ser la excepción. No cuando su vida aún prendía de un hilo. Así que salí en busca de Verónica lo mas rápido que pude.
-¿Que pasa? Sabes que esta prohibido correr a menos que sea una emergencia.- asentí y las palabras no pudieron salir de mi boca tan fácilmente como había pensado.- ¿Hay una emergencia?- volví a asentir. Ella dejo la planilla bruscamente sobre una mesa y comenzó a correr hacia la habitación, claramente yo iba detrás de ella.- Dime que ha pasado.- ordenó.
-Se esta moviendo, ha movido un dedo.- ella frunció el ceño antes de entrar, quise seguirla pero cerro la puerta en mi cara así que me quedé observando lo que hacía, como siempre, desde atrás del vidrio. Verificó en las maquinas que lo rodeaban que todo estuviese bien y comenzó a observar su cuerpo.- muévete, por favor.- rogué en un susurro. Lo mire con detenimiento, tenía que hacerlo, no podía ilusionarme de esa manera. La enfermera me miro y negó con la cabeza, no había actividad. Unas pequeñas lagrimas salieron de mis ojos, todo era tan frustrante. Limpie mi rostro y volví a observarlo mientras Verónica revisaba otras cosas. Volvió a mover su dedo y comencé a golpear el vidrio.
-¿Que pasa?- hablo desde el otro lado Verónica. Le hice señas para que lo observara y lo hizo. Esta vez si movió su dedo y ella lo vio. Apretó un botón de su camilla y en cuestión de segundos la habitación se lleno de médicos. Mi nuevo móvil comenzó a sonar, no quería atender, quería estar expectante a lo que sucedía. Él podía despertar en cualquier momento.
Revisaron todos los reflejos de su cuerpo, al parecer estaba todo mas que perfecto y una especie de alegría que había dejado de sentir hacía tiempo, brotó en mi pecho.
El móvil comenzó a sonar de nuevo y varios médicos me observaron, estaba molestando, así que salí del lugar muy a mi pesar.
-¿Que?- pregunte de mala forma al ver que era Gloria.
-Feliz cumpleaños cariñito.- gritó desde el otro lado. Me quedé en silencio unos segundos, era mi cumpleaños y ni siquiera lo había recordado.- ¿Puedo ir a tu casa? He comprado vino.
-Gloria, yo... yo voy a quedarme aquí en el hospital.- le informe.- Jairo ha movido un dedo, ese es regalo suficiente.
-Te entiendo, igualmente iré a donde estas. No te dejaré sola en tu cumpleaños.- sonreí levemente, ella si que era una amiga excepcional.
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La chica del expediente.
RomanceStella trata cuidadosamente de no romper el protocolo del programa de protección a testigos, pero con Jairo Torres, el guapo policía que le cuida, es prácticamente imposible. Ambos intentarán sortear todos los obstáculos que se les presentan y graci...