Capítulo 30| Caída libre

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Darya Ivanov Bykova. 

Una mujer bastante inteligente y analítica, también una de las mejores alumnas en la asociación de mi tío Frank, el área en el que más destacó fue en la psicología inversa. Ella sabe muy bien cómo manipular a las personas, se percata casi inmediatamente si alguien está mintiéndole, puede lograr que hagas exactamente lo que quiere con el roce de la manipulación. 

El impulso humano a la rebeldía es su principal arma. 

Es como si le dijeras a un niño que no tome un dulce que está justo frente a él, instintivamente, aquel niño querrá tomarlo. Darya sabe jugar con tu impulso, y es por eso que hay que tener precauciones. 

Estos meses que he estado con ella hemos tenido un propósito: liberar al pueblo de pederastas. 

Cuando me lo propuso la primera vez, me negué, fue ahí que me convenció de ayudarla recordándome lo que yo viví en mi infancia. Siempre he sabido que no es de fiar, en cualquier momento podría cambiar de opinión y aun así, seguir actuando como si nada. 

¿Y si ese fuera el caso? 

Ella debió notar que Gaile mentía, o al menos, que algo de lo que dijo no tiene sentido. 

Pacientemente espero a que la conversación que ellos tienen, termine. Al cabo de una hora es cuando le escribo un mensaje para que me diga qué piensa de Gaile y si notó algo extraño. 

−¿Y bien? ¿Ya terminaste? −pulso el botón de enviar. 

No responde así que me adelanto y voy a mi habitación para tomar lo que sería el viejo teléfono que encontré de Samantha junto con su diario. Regreso al cuarto de cámaras y cierro la puerta tras de mí, ahí percibo un movimiento en la pantalla de uno de los televisores, al mirar de qué se trata veo al pelinegro de Vladimír con un pequeño bolso en el hombro saliendo de la casa. 

Me acerco más a la pantalla para verlo mejor hasta que desaparece al momento de salir por la puerta de entrada. Suelto el aire y me tiro prácticamente sobre mi silla giratoria. 

Verlo irse no es tan agradable como pensé. 

Sacudo la cabeza y abro dos monitores que tenía cerrados. Lo primero que voy a revisar es el móvil de la rubia muerta, así que antes de encenderlo lo conecto con uno de los computadores y lo encripto para que no lo rastreen en caso de que lo estén buscando. Hecho esto procedo a encender la pantalla y lo primero que salta es una fotografía de Samantha sonriendo a la cámara. 

Para desbloquear su celular hay que introducir una contraseña, me giro hacia el ordenador y presiono una tecla, un segundo después la pequeña pantalla se llena con números y letras de color verde, el color de fondo de oscurece y se desbloquean todas sus aplicaciones. 

Bien, aquí vamos. 

La ultima app que abrió fue la de llamadas, entro y en el historial aparece el nombre y la hora con la persona que habló ese día: yo −con el nombre falso de Darya− y el de otra chica. Las llamadas no se grabaron así que procedo a ir a la aplicación de mensajería. 

Los chats a los que más recorría son los de Alex y Laura, los mellizos. Habían quedado de encontrarse dos días después de su muerte en la casa de Alex. Eso no explica por qué se quitó la vida. 

El siguiente chat es con alguien llamada Tony. 

Tony: ¿Vas a ir al festival?

Sam: No lo creo, mis padres quieren hacer una reunión de celebración sorpresa. 

Tony: ¿Ya te dieron los resultados?

Catarsis © [Sin Corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora