Capítulo 25| Conocido

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Habían tres maletas negras en el suelo, con un montón de billetes. 

Darya inspecciona con cuidado cada una, con guantes sobre sus manos, dice que no quiere que dejemos huellas. Yo lo veo casi imposible, la verdad.

¿Efectivo o tarjera? 

Efectivo, de otra forma no podríamos ofrecer nada en la subasta. 

—Creo que lo tengo —Vladimír está sentado frente a su ordenador y se cruza de brazos al notar nuestra mirada. 

—¿Y bien? ¿A qué horas empieza? 

—El evento es mañana al mediodía, en la iglesia, como pensamos. 

—Pero mañana hay una celebración en la plaza —digo. 

—Es para entretener a los demás mientras ellos hacen la puja —suelta mi hermana—. No debe haber interrupciones. 

Una idea viene a mí. 

—Si Vladimír será quien asista a ese lugar y tú verás lo que pasa por medio de una cámara, yo iré al festival entonces. 

—¿Para qué? —preguntan ambos. 

—Para animar la fiesta —ironizo.   

Darya sacude la cabeza en negación.

***

El día siguiente llegó más rápido de lo que esperaba. 

Como era habitual en mí, me vestí con el mismo atuendo de casi siempre, un simple pantalón, una blusa algo estrecha y mi gabardina. Darya vestía toda de negro —algo muy característico en ella—, y usaba guantes de látex, cosa que me pareció sumamente extraño. Vladimír, en cambio, estaba muy diferente a nosotras, vestía un traje formal con corbata y unos botines, usaba lentes de contacto azules con el cabello peinado hacia atrás. 

Una nariz falsa adornaba su rostro, también usaba una falsa papada. Lucía diferente, no tanto como quería, pero era algo, al menos así no lo reconocerían tan fácil. 

Miro el reloj de pared y son casi las once y media. 

—Dense prisa —reprocho. 

No me pasaría por allí por nada del mundo, si lo hago corro el riesgo de que cualquiera me reconozca. Eso incluye a Darya. Ella estaría cerca pero con ambos pies fuera de ese sector. 

Mi copia tiene en su mano una cámara junto con un micrófono pequeño, su portátil muestra a tiempo real lo que se ve a través del lente, gira su mano para apuntarnos con la cámara y a instante nuestro reflejo se ve en su pantalla.  

—Vale, sí funciona bien —habla, se levanta y se acerca al pelinegro que la mira con una ceja enarcada al notar cómo reduce la distancia. 

Darya se planta frente a él y acomoda ese pequeño aparato bajo el cuello de su camisa, de forma en que pueda captar lo que sea que esté viendo. Al terminar retrocede dos pasos para observarlo fijamente y asentir una vez. 

—Sí, no se nota demasiado. 

—No se debe notar en absoluto —me quejo. 

—Según ustedes dos, ese lugar es oscuro, nadie debería notarlo a menos que se fijen muy bien. 

Vladimír se acerca al espejo y con las dos manos se empieza a acomodar mejor la corbata. 

—¿Iremos en tú coche, no? —me pregunta él mirándome por el reflejo del espejo. 

—Sí —respondo seca—, Darya ya cambió la placa. 

—Es mejor que la retiren —nos aconseja—, no creo que nadie llegue a ese lugar con algo que puedan identificar otros.

Catarsis © [Sin Corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora