Capítulo 4|Perspectiva

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¡Ahren! 

El grito de mi padre llega a mis oídos haciendo que de un salto del susto. Esta enojado conmigo, ya notó que rompí su jarrón favorito. Sé lo que pasara, pronto vendrán unas personas por mí. Era mi castigo cuando hacía algo mal.

Pero yo no quería, no quería ir con ellos; no de nuevo. Permanecí escondida bajo la cama con las manos sobre mi boca para acallar mi respiración. Pero fue inútil, me encuentra y tira de mis piernas para que salga.

¡No, papá! —suplico. Pero no va a funcionar, él no es así con nadie, ni siquiera conmigo. Solo quiere hacerme fuerte—. No, no me quiero ir.

Te estoy haciendo un favor, pequeña, te estoy haciendo fuerte —me atrae a sus brazos—. Me lo agradecerás cuando seas grande.

Me suelta de su abrazo y dice algo que no entiendo, luego entran dos hombres por la puerta a mi habitación. Uno de ellos agarra mi brazo con mucha fuerza y me hace caminar con él hacia las escaleras, intento soltarme de su agarre pero cierra aun más su mano. Yo protesto.

¡Suéltame, idiota! —grito atreviéndome a soltar una mala palabra. No puedo evitarlo, estoy muy enojada incluso con papá. Ellos no podían hacerme esto.

Entre más necia te comportes, peor sera el castigo niña —habla el hombre con una voz profunda, una que logra asustarme.

Resignada me dejo llevar. Debía acostumbrarme a esto.

***

Lágrimas saladas rodaban por mis mejillas, mi piel ardía, podía ver mi propia sangre brotar de las heridas. 

Eran monstruos, no tenían alma ni corazón como para compadecerse de mí, de una niña. Me dí cuenta que esos hombres le servían a papá, cumplían sus ordenes. Y por primera vez sentí algo fuerte dentro de mí, estaba frustrada, quería gritar de dolor y de tristeza, quería golpear todo a mi alrededor, romper todo a mi alcance. Por primera vez quise que dañaran a papá de la misma forma en que él permitía que lo hicieran conmigo. 

¿Esto era lo que sentía mamá?¿Por eso siempre gritaba y decía odiar a mi padre?¿Él era capaz de lastimar a su esposa?

Una correa logró tocar mi rostro, instantáneamente retrocedí desde el piso. Uno de esos tipos volvió a golpear mi cuerpo con el cuero de su cinturón y yo gemí del dolor. No podía soportarlo más, estaba agotada. Como si un ángel protector de los que una vez mamá me contó hubiera aparecido, dejaron de golpearme.

Cuando salieron de la sala y los perdí de vista me levante con dificultad, pase mis manos por las arrugas de de mi ropa aunque de nada sirvió. 

Conocía esta casa muy bien, siempre me traían aquí para castigarme con fuertes golpes. Este era como mi segundo hogar. Me dirigí al baño para lavarme toda la suciedad y cambiar mi ropa, siempre dejaban prendas limpias para mí. Cuando entre cerré con pestillo, me di una ducha  rápida y me cambie. Minutos después salí fijándome a los alrededores.

Tenía una rutina, luego de los golpes debía de limpiarme para ir al comedor y comer, sola. Como uno de esos días fui allá, mi plato de comida estaba servido con una de las comidas favoritas que me preparaba papá, pero yo no tenía apetito alguno, no luego de esto. Aun así me senté para dar bocado, no permitiría que me golpearan más. 

Hola —di un brinco en la silla del susto. Gire mi cabeza con rapidez para ver de donde provenía esa voz y lo que vi fue a un niño un poco más grande que yo. 

Hola —respondí mirándolo de arriba a abajo con precaución, nerviosa. 

Él se acercó a la mesa en el lugar donde yo estaba. 

Catarsis © [Sin Corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora