Catarsis © [Sin Corregir]

Capítulo 26| Aversión

Gabriel Montgomery. 

¿Qué hacía aquí?

¿Qué tiene que ver con este pueblo? ¿Acaso leí mal? Porque me aterra pensar que leí bien. 

Vuelvo a pasar los ojos por esas letras negras, tal vez me equivoqué e imaginé su nombre. Pero no, al contrario, lo compruebo con un sabor amargo en la boca. 

"La generosa donación permitió que nuestras normas se reforzaran. Más personas han hallado la comunidad de Serok y han decidido unirse al líder". 

La siguiente imagen consiste en un escenario diferente así que lo único que puedo hacer es repasar los dos cortos párrafos del álbum. 

Gabriel-Donación-Sorak.

Pero no lo entiendo, ¿en qué se relacionan?

Darya aparece en mi mente junto con la frase que me dijo Vladimír la noche pasada: 

−Me encantaría que no te molestaran más.   

No le di importancia, pero ahora no puedo evitar pensar a qué se refería. 

Y Darya, ¿lo sabe? ¿Sabe que Gabriel está o estuvo implicado con el pueblo? Ella nunca me respondió cómo supo de este lugar por muchas veces que le preguntara. 

−¿Te sirve? −Adeline interrumpe el flujo de pensamientos que cruza por mi cabeza. 

Levanto la cabeza y la miro con tranquilidad. 

−Sí −contesto−, bastante. 

−Oh, qué bien, ¿podrías...?

−De hecho −la interrumpo y le devuelvo el álbum−, debo irme ahora mismo. Gracias por ayudarme. 

−Eh, ¿estás segura? Puedo ayudarte con alguna otra cosa si gustas. 

−No, no, eso es todo. 

−Pero... −suena confundida−, verás, no creo que hayas leído suficiente, deberías leer algo más, puedo ayudarte como el otro día. 

−¿Y quién eres tú para decirme lo que debería hacer? −espeto.

No me percato de mi hostilidad hasta que noto como traga saliva con nerviosismo. 

−Lo siento, no pensé que te molestarían mis palabras. 

−Adeline, me voy −suelto, dando media vuelta−. Recuerda que nadie debe enterarse que vine aquí, te meterías en grandes problemas. 

Ahoga un gemido mientras le doy la espalda y me apresuro a salir de la biblioteca. 

Una vez fuera, en el camino, un par de carros de policías pasa por mi lado en la carretera a donde supongo, debe ser la plaza del centro. Las autoridades llegando tarde como siempre. 

A dos calles de llegar a mi casa observo que hay un grupo de chicos amontonados en una esquina, en cuanto paso por sus lados, absolutamente todos se callan y siento sus miradas clavarse en mi perfil. Le doy una mirada corta a uno de ellos −el que está más cerca− y se tensa de pies a cabeza al tiempo que aparta los ojos. 

Ruedo los ojos y paso de ellos deliberadamente. 

−¿Tu eres Darya, cierto? La nueva −habla una chica. 

Me detengo un segundo y giro un poco la cabeza hacia ella. Sus amigos están mudos. 

−Sí −decido responder−, ¿por qué? 

Todos ahí comparten miraditas, de nuevo, la misma chica alza la voz. 

−¿Eras amiga de Samantha? Te vi un día con ella.