−¿Qué ha pasado? ¡Esto es una locura! ¡¿Cómo que está muerta?!
Charlotte, una mujer de más de cuarenta años, se levanta de un salto de la banca en la que está sentada, con cara de absoluto shock.
−Miriam estaba bien ayer cuando hablé con ella −se pone una mano en el pecho−. S-su hija murió hace poco, estaba dolida pero ella no haría eso, no habría hecho lo mismo que Samantha, ella no... se habría suicidado.
−Lo sé −la conforta el líder−, estamos llevando a cabo una profunda investigación para esclarecer los hechos.
−P-pero, ¿qué fue lo que le pasó? −cuestiona Charlotte.
Marcus, líder de la fase dos, aprieta los labios con pena y frota sus manos entre sí.
−Escuchen −dice, dirigiéndose a todos los invitados−, nuestro pueblo, nuestro hogar... está siendo atacado por un pecador. El deseo del líder es que todos estemos bien, es por eso que hemos tomado medidas.
−¿Cómo? ¿Ya tienen pistas? ¿Quién ha hecho esto?
−No puedo responderles eso, es información privada, pero les aseguro que estamos muy cerca de descubrirlo. Pronto acabará todo esto.
Cerca... ¿qué tan cerca?
La mirada de Marcus recorre a todos y se detiene un segundo demás en mí. Vaya, se está delatando él solito si sospechan de mí.
−Lo sabremos en poco tiempo −reitera−. La cuarentena se mantendrá hasta nuevo aviso, es por su bien. No sabemos de lo que son capaces estas personas y no nos vamos a arriesgar.
Invadir casas tampoco es un gran problema.
La reunión se extiende por treinta minutos, en ella nos dicen a todos que debemos ser cuidadosos, no confiar en extraños, ni invitar a nuestros hogares a otros. Básicamente lo que tienen pensado es aislar al pueblo... del pueblo.
Muy bien, los mismos líderes están dividiendo a los ciudadanos. Parece que al fin está funcionando de algo el plan.
A la salida de la iglesia bajo los escalones, la mayoría se dirige a sus coches aparcados a un lado de la carretera, veo claramente sus expresiones de incertidumbre. ¿Y es que quién no? Si yo también fuera una más del pueblo, me vería igual por no saber nada de lo que pasa.
Meto mi mano al bolsillo y saco el control de mi auto, desactivo la alarma y me acerco para abrir la puerta, en el asiento de al lado dejo mi bolso y me incorporo para subirme. Antes de hacerlo, una voz rasposa irrumpe y me detiene.
−Yo lo sé todo.
Me giro hacia la fea voz y veo a un anciano lo suficientemente mayor como para caer muerto al día siguiente.
−¿Disculpe?
−Lo sé, te he visto, fuiste tú.
−Eh, creo que no le estoy entendiendo.
−Sé que has matado a Miriam, te vi saliendo de su casa.
Reprimo las ganas de tensarme y tomo una bocanada de aire, tranquila.
−¿Ah, sí? −me burlo−. Está loco, ¿no ha tomado sus medicinas?
−Sé lo que digo −repone firme−. También sé que no es la primera, has matado a más personas.
¿Acaso este anciano quiere morir?
−Sí, claro −paso de él y subo el primer pie al carro, es un viejo, nadie debería creerle.
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Catarsis © [Sin Corregir]
Gizem / GerilimEl pánico fundía el lugar. El pánico carcomía a la gente. «¿Quién era el asesino?» y «¿Por qué cree que tiene derecho a juzgar y arrebatar vidas?». Eran preguntas que había escuchado estos meses por parte de personas que no sabían que yo estaba ahí...