Capítulo 33| Nadie es puro

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Con el cigarrillo en la boca, una pierna cruzada sobre la otra y un codo apoyado en una de las mesas; estoy yo, cómoda, viendo como algunas personas pasan frente a mí buscando sitio para sentarse.

En el evento reconozco las dos caras que me admitieron para unirme a sus líderes.

Como no sé sus nombres solo me he podido grabar sus caras. Toda la sala está a oscuras, los cuchicheos de los demás se expanden por el interior y llegan a mis oídos, muchos quieren saber a qué se debe el evento tan inesperado ya que estas cosas suelen hacerlas con antelación para que todo salga bien.

Hace unos minutos el presentador aclaró que no era una puja cualquiera. Y ahí va lo inesperado, saliendo al escenario con un micrófono en la mano, la joven que será literalmente vendida, tiene una sonrisa muy alegre para mi gusto.

−Como muchos sabrán, ¡nuestros graduados ya están recibiendo sus cartas! −habla en tono fugaz−. Maia fue una de los primeros jóvenes en recibirla y con devoción y dicha ha aceptado su propuesta −el presentador sonríe en grande y se gira a ella con orgullo, le extiende una mano para que se acerque, en cuanto ella la toma, se dan un abrazo.

Espera, ¿qué está pasando?

Mi cabeza comienza a generar mil ideas a la vez, tengo que tomar un respiro para darle un orden a las teorías. A ver... la chica que va a ser vendida por unas horas el día de hoy, ¿lo ha aceptado así porque sí? ¿No se supone que debería estar asustada?

Ha aceptado su propuesta.

Propuesta...

Si aceptó que le hicieran eso fue por algo a cambio. ¿Qué puede pedir un joven que ha sido educado de tal forma para que sirva a sus líderes? Un joven que no conoce mucho más allá del pueblo en el que ha vivido toda su vida.

Cualquiera diría una respuesta básica, cualquiera diría que ha pedido el permiso para salir de aquí. Que quiere libertad.

Pero este no es un lugar como cualquier otro, este lugar es de todo menos básico.

Si a todos les enseñaron que sus líderes son su religión, todas esas personas no conocen mucho más a excepción de que pongan en dudas sus creencias.

Esa tal Maia no pediría salir del pueblo porque eso ofendería a sus líderes seguramente, y si ella está en este evento es porque sí que cree en ellos.

Algo más, debe haber algo más significativo en todo esto...

Quizás, ¿trabajar para ellos directamente? Eso los beneficiaría, eso es lo que querría un ciudadano de aquí, lo más atrevido que podrían pedir.

−Hola −dice ella tímidamente −todas las miradas están fascinadas, y no precisamente por su actitud reservada, estoy segura de que la mayoría de los que están aquí están contemplando su cuerpo−. Soy Maia, tengo 19 años, me gusta hacer deporte como el patinaje, natación y esgrima. Pero hoy no estoy aquí para alardear de mí... Verán, quiero darle las gracias a mi líder por permitirme esta gran oportunidad, prometo que no lo defraudaré.

Dicho esto, hace algo que no me esperé para nada.

El atuendo que lleva puesto consiste en el de una bata sencilla, sin previo aviso desata el nudo y deja que la tela se deslice por su cuerpo totalmente desnudo sin tabú.

Un estallido de aplausos se desata entre el público, muchos se levantan eufóricos de sus sillas y aplauden fuertemente.

−Ya, ya −interviene el presentador con una gran sonrisa−. ¿A qué son magnificas las vistas, eh? Pero por favor, damas y caballeros, no hay que celebrar tan temprano, recuerden que ninguno de ustedes ha ganado aún. ¡Primero hay que apostar!

Catarsis © [Sin Corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora