Al cerrar la puerta tras de mí una pequeña vibración suena indicándome que hay alarma de seguridad.
No le presto demasiado interés y pongo los pies en marcha, la sala es igual a como estaba antes, veo la puerta que da al garaje, está cerrada. Me acerco a ella con pasos silenciosos y pongo la mano sobre el pomo de la puerta, al intentar girarla esta se detiene.
En el garaje fue donde vi a Alex moviendo cajas de un lado a otro, no creo que hayan tenido tiempo suficiente para llevarlas a ningún lado, lo que sí me parece extraño es que tenga llave. Aunque por mucha curiosidad que tenga, no he venido para chismosear.
Me doy la vuelta para darle la cara a la sala y me quedo quieta al instante.
Sorprendida doy dos pasos suaves al frente. No esperaba encontrarme directamente con Richard Sokolov ─al menos en una semana mientras lo encontraban─.
Por lo que verlo desparramado sobre el sofá y con la boca abierta mientras un hilo de saliva sale de ella, no me es de mucho agrado. Pongo una mueca de asco y me encamino hasta llegar a su lado.
Por mero instinto ruedo la navaja con los dedos.
¿Y este se hace llamar un líder?
Antes de hacer algo me quedo como estatua mientras lo observo con detalle. Aparentemente no lucía como alguien desagradable, de hecho sus rasgos eran marcados, mandíbula cuadrada, nariz recta, pestañas largas y negras, así como su cabello que caía sobre su frente. Y me cuesta admitirlo, pero sí, este hombre puede llamar la atención de alguien fácilmente.
Es como una moneda, una con sus dos caras.
De un lado, se apreciaba a alguien que ayudaba con donaciones a distintas fundaciones como arrojaba su búsqueda en internet. Pero del otro, se veía su gran desequilibrio al formar parte de una secta como esta.
¿Quién más, fuera de Alemania, sabe lo que hace? En el resto del mundo lo conocían por sus buenas obras. Y la realidad es que eso solo lo hacía para mantener un perfil bajo y conservar su fetiche aquí.
Doblo las rodillas y me quedo a la altura que le permite el sofá, me inclino un poco hacia adelante para verlo mejor y niego. ¿Qué tan enfermo hay que estar para escudar abusos de esta magnitud con doctrinas de religión?
─Demasiado ─me respondo a mí misma.
En uno de los ronquidos que lanza, abre la boca en grande y prácticamente tira todo su aliento caliente y con rastros de tabaco sobre mí. Retrocedo con una mueca de asco.
─Joder ─protesto.
Eso me pasa por acercarme tanto.
Me incorporo nuevamente y miro alrededor, aparentemente no hay cámaras. Agudizo el oído para saber si hay alguien más en casa pero no escucho nada a excepción de los sonidos que emite el tipo a mi lado.
Por precaución me acerco a las ventanas y ajusto mejor las cortinas.
Si tengo en cuenta que la casa se encuentra en una zona de lujo, y que por lo tanto, los vecinos están a unos cuantos metros, tengo al menos una hora segura para terminar con él antes de que alguien sospeche que algo está pasando. El único inconveniente es que esta casa no es insonorizada, si alguien pasa cerca justo cuando esté gritando, ahí sí que tendré que apurarme.
Alcanzo una silla de la mesa y la dejo en el centro del ala, me descuelgo el pequeño bolso que llevo en el hombro y lo pongo a un lado en el suelo, de ahí extraigo una cuerda larga y una caja de primeros auxilios, la abro y saco la jeringa con el líquido para neutralizarlo.
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Catarsis © [Sin Corregir]
Mystery / ThrillerEl pánico fundía el lugar. El pánico carcomía a la gente. «¿Quién era el asesino?» y «¿Por qué cree que tiene derecho a juzgar y arrebatar vidas?». Eran preguntas que había escuchado estos meses por parte de personas que no sabían que yo estaba ahí...