Capítulo 32| Sin control

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13/06/2003

−Papá, ¿por qué las personas lastiman a otras?

Gabriel siempre fue un hombre firme, no hay manera de que no lo fuera si tenía bajo su mando a varios hombres. 

Esta vez estábamos en su despacho, yo sentada frente a su escritorio mientras que él trabajaba en su computadora. 

−¿A qué viene tu pregunta, cariño?

−Solo es curiosidad.

−¿Mamá te dijo algo? insinúa. 

−No −niego sacudiendo la cabeza de un lado a otro−. Pero el otro día vi a uno de tus hombres golpeando muy fuerte a otro. Se desmayó. 

Aunque tenía la ligera sospecha de que aquella pelea terminó en algo más que un desmayo.

−No te preocupes por eso, Ahren él se estira en su asiento y me da un golpecito en la frente−. Algunas personas merecen ser castigadas.

−¿Por qué?

No lo entendía. 

Gabriel dejó de prestarle atención a la pantalla para ponerla sobre mí.

Mira, en la vida vas a encontrarte con muchos tipos de personas, algunas de ellas serán... malas, en su mayoría. Otras serán buenas... 

No lo entiendo −lo interrumpo−. ¿Quién es bueno y quién es malo?

−Eso no es fácil de responder, pequeña. Verás, todo es muy subjetivo. Si haces algo que le moleste a alguien más, tú serás la mala de su historia. Pero si eso que haces ayuda a otra, entonces serás la buena. 

En ese entonces no supe con certeza a qué se refería, ahora, puedo entenderlo por experiencia propia. 

−¿A las personas malas se les castiga?

Así es −afirma. 

−Eso es lo que tú haces. 

−Sí, Ahren se levanta y me toma de la mano, nos dirigimos a la salida de su despacho y bajamos hasta llegar a la sala. Ahí donde tres hombres tienen amordazado a otro sobre una silla, está atado y con los ojos vendados. 

Hay sangre esparcida en el suelo. 

En el fondo de la cocina alcanzo a ver a mamá, al vernos llegar le pone mala cara a Gabriel, se nota que no le gusta lo que está pasando. A mí tampoco, tengo el impulso de ir y correr a donde está ella pero papá me detiene apretando mi mano con fuerza. 

A las personas como estas −señala al de la silla−, se les debe enseñar a no robarme, por ejemplo. 

Uno de los tipos se acerca y le entrega algo a mi padre. Este toma el objeto y se gira para verme con seriedad. 

−Ten −me extiende un objeto metálico, es parecido al que los demás tienen. Dudo un segundo antes de sujetarlo con mis manos, temblorosa−. Tienes que quitar el seguro. Así.

Él baja una pequeña palanquita que hay en la parte trasera de lo que ahora reconozco como un arma. 

Primero debes apuntar a tu objetivo y luego quitas el seguro, ¿está bien? 

Asiento. 

−Bien −sonríe satisfecho−, ¿quién quieres que sea tu objetivo? 

Catarsis © [Sin Corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora