Capítulo 31| Locuaz

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−Necesito una foto de Richard. 

−No tenemos muchas fotos de él, ¿te sirve la que viste el otro día? 

Con una mirada le basta para saber que no estoy bromeando. 

−Buscaré en los álbumes. A él nunca le ha gustado las fotografías. 

Alex me da una mirada de precaución antes de subir las escaleras y advierte. 

−Quédate aquí. 

−Tranquilo, Sherlock −me rio−, no soy una ladrona. 

No parece más tranquilo pero sube de igual forma. Aprovecho ese momento para sacar mi teléfono y marcar el número de Vladimír. Este no se hace de esperar y contesta al segundo tono. 

Espero que no me estés llamando porque estás en problemas −dice al instante−, porque no puedo detener el jet por más que amenace al piloto para regresar.

Suelto un suspiro y le sigo el juego. 

−Qué mal por mí entonces −digo−, moriré sola y desamparada. 

−Hablo en serio, ¿estás bien?

−Sí −respondo−, solo necesito un favor . 

Escucho del otro lado del parlante su profunda respiración. 

−Vaya, me fui hace menos de tres horas y ya me necesitas. ¿Qué es lo que quieres ahora?

Antes de continuar le echo una mirada a las escaleras, no vaya a ser que Alex termine siendo un chismoso y esté escuchando mi conversación.

−Me gustaría que buscaras a alguien por mí, no estoy segura pero puede que esté en Rusia. 

−¿Qué persona? 

−Un hombre, se llama Richard Sokolov, aunque cabe la posibilidad que sea un nombre falso. 

−Mhm, haré lo que pueda y te aviso, ¿qué sabes de él?

−Es uno de los líderes de la fase cinco del pueblo, también es el padre de Alex. 

−¿Quién es Alex?

−Era el mejor amigo de Samantha, pero eso no importa −lo corto−, lo necesito cuanto antes. 

−Está bien, haré que lo busquen, pero no te puedo asegurar nada. 

−Gracias −expreso sin sonar desesperada, pero no he terminado.

−Bien, voy a colgar −avisa.

−Espera −digo antes de que lo haga−, necesito algo más.

−¿Algo más? −suena inseguro−. ¿Algo como qué?

Inhalo y exhalo. ¿Cómo se lo tomará?

−Dinero −admito−, mucho dinero. 

Entonces se hace el silencio. 

Sé que tiene demasiada pasta, él y su familia, así como también sé que si desaparecen ciertas cantidades sin motivo aparente habrá problemas. No por ser un Gelman hay excepciones. Espero −impaciente− a que me diga algo, pasan diez segundos en donde la única señal que tengo de que no me ha colgado es porque miro la pantalla de mi celular. 

Admitirle −en específico a él− que no tengo el dinero suficiente para hacer lo que quiero, es humillante. Tal vez si no hubiera invertido en esa casa y sus remodelaciones tendría algo ahorrado. Y aun si tuviera todo mi dinero guardado, no creo que sea suficiente. 

Catarsis © [Sin Corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora