Mi aislamiento del mundo estos últimos días ha sido extremo. No es que esté deprimida ni nada por el estilo, simplemente me siento demasiado perezosa para hacer nada. Tampoco he tenido contacto alguno con Rubén después de nochevieja. Y es un poco raro, aunque no he tenido contacto con el mundo en general. No he entrado a Youtube, ni ha Twitter, ni a ninguna de mis redes sociales. Aun así, cuando me llama Rob, cojo el móvil sin dudarlo.
—¡Buenas tardes amor mío! —le grito alegre antes de que empiece a hablar.
—Joder Nora, código rojo. Código muy rojo. —se le nota el agobio solo al respirar. Hacía tiempo que no veía a Rob así, normalmente el que se pone histérico por casi todo es su hermano Diego.
—Tranquilízate Rob. ¿Qué mierdas ha pasado?
—¿Te acuerdas de Gisela? —pienso un poco y la recuerdo, es una chica un poco tonta que Rob se está tirando aunque no siente nada por ella. Le respondo que si y prosigue. —Pues estaba aquí en su casa cuando han llegado sus padres y ahora estamos a punto de tener una comida familiar para celebrar que ella tiene nuevo novio. ¡Novio! Yo solo quería echar un par de polvazos y adiós. Haz algo y sácame de aquí joder.
No puedo evitar reírme aunque Rob esté pasándolo mal, la verdad es que es muy divertido.
—Mierda, Gisela viene a buscarme, te mando la dirección de su casa por mensaje. Por favor, rescátame. —dicho esto, cuelga.
Lo honorable y de buena amiga sería ir corriendo a sacarle de ahí, pero sin duda será mucho más divertido hacerle sufrir un poco, así que, aunque me preparo para salir, lo hago con demasiado lentitud. Un largo rato más tarde, me despido de Samuel y conduzco hasta la casa de la chica.
El chalet en el que estoy es pequeño pero parece bonito. Llamo al timbre y una mujer rubia con un moño y una sonrisa de oreja a oreja abre la puerta.
—Hola bonita, ¿puedo ayudarte en algo?
Sacando esos maravillosos dotes de actriz que aparecen cuando más los necesito, pongo cara de auténtica preocupación y le respondo.
—Sí. O sea, siento molestarla señora pero soy una amiga de Roberto y su madre se ha desmayado y la hemos llevado a urgencias. Él me había dicho que estaría aquí y he creído muy conveniente venir a avisarle con urgencia. —menuda mentira me acabo de sacar de la manga. Grande Nora, grande.
Ella me mira asustada y se hace a un lado invitándome a entrar.
—Si claro, claro. Pasa. Está aquí con mi hija.
Rob asoma la cabeza desde el comedor sonriente, y sin duda no es por estar con Gisela, sino porque he venido a buscarle. Le explico lo que se supone que ha ocurrido y, fingiendo asombrosamente bien, salimos de la casa. Estalla en carcajadas cuando entramos en el coche.
—Dios, te quiero tanto Nora. —me grita mientras me abraza echándose sobre mí y sobre el asiento del piloto. —También quiero a este Porsche.
—Me debes una. Muy gorda. Con lo cómoda que estaba yo en chándal en casa… Y me haces salir. —le digo arrugando la nariz mientras arranco.
—Te debo muchísimas nena, pero te da igual, porque soy lo mejor. Por cierto, esto te queda mejor que el chándal. —me guiña el ojo mirando el jersey azul marino que llevo, y con el que, debido al escote de pico, se me ve un poco el canalillo. Me subo un poco el jersey con la mano para seguidamente golpearle bastante fuerte.
—Gilipollas.
—Lo sé, pero lo tengo aceptado. —me responde riéndose.
El timbre suena cuando no me ha dado ni tiempo a cambiarme. Acabo llegar después de dejar a Rob en su casa. Durante todo el trayecto ha estado haciendo el imbécil, y me parece increíble como hace solo un par de horas me ha llamado tan agobiado. Puñeteros hombres bipolares. Me dirijo a la puerta y la abro, me sorprendo muchísimo y el corazón se me detiene.
Al otro lado me encuentro a Rubén, pero no está sonriendo con superioridad como suele hacerlo cuando me ve. Tiene los ojos ligeramente rojos y se muerde con nerviosismo la uña del pulgar.
—Eh Rubén, ¿qué ocurre? —le digo acercándome a él y posando mi mano sobre su brazo. Un escalofrío me recorre la espalda al tocarle. No me acostumbro a estas malditas sensaciones del amor de mierda.
—No lo sé. Es que Mangel no está en Madrid y yo, pues, no… No sabía qué hacer y… Joder, joder, joder…—tartamudea un poco hablando y le tiembla la mandíbula cuando lo hace. Le interrumpo antes de que continúe hablando subiendo la mano que tengo en su brazo hasta su cara. No puedo evitar que mi preocupación por el aumente. ¿Hoy es el día de los agobios o qué?
—Pasa y hablamos. —cuando me siento frente a él en el sofá, evita mirarme fijando su vista en un cojín. —¿Estas bien? ¿Qué ha pasado?
—¿No has estado en Twitter hoy no? —me pregunta. Niego con la cabeza, y espero a que continúe, pero no lo hace. En lugar de eso, agarra a Anakin que rodaba cerca de nosotros y se lo coloca en el regazo mientras le acaricia.
—¿Sabes que puedes contarme lo que sea, no? —le digo acercándome un poco más a él para que me mire. Me estoy preocupando de verdad. Resopla y empieza a relatarme lo ocurrido, aunque sigue sin mirarme.
—Ha salido por ahí un video en el que salgo yo diciendo que solo estoy en Youtube por el dinero y que me dan igual mis fans y esas cosas. Obviamente ese no soy yo, pero alguien ha imitado mi voz o algo parecido, yo que sé. —hace una pequeña pausa para pasarse una mano por el pelo y despeinárselo aún más. —Estoy recibiendo miles de tweets diciéndome que les he decepcionado y que no me merezco estar donde estoy. Pero joder Nora, nunca he dicho eso porque eso no es verdad. Hago videos porque me encanta y las criaturitas son muy importantes para mí. Me jode que alguien no lo vea. Me siento tan impotente…
Me cuesta varios segundos asimilar lo que me ha contado y entender lo grande que es el problema.
—Mírame. —le insisto acercando aún más mi cara a la suya. Por fin alza la vista de mi gato y me mira a los ojos. Algo se remueve en mí interior al tener esos ojos verdosos tan cerca. —Vales mucho Rubén. No sé quién mierdas se cree con derecho a juzgarte, pero todas las criaturitas que te apoyan ahora mismo son las que te tienen en su corazón, y la opinión de las cuales sí debería importarte. Y el resto que se vaya a la mierda. Tú sabes cómo eres. Tú sabes lo que haces. Los que te apoyan también saben lo que sientes y estarán incondicionalmente a tu lado. No dejes que esto te supere.
Vuele a bajar la vista hacia Anakin y susurra.
—Me siento tan jodidamente inútil...
—Tú vales mucho Rubén. —le doy un golpecito con el dedo en la barbilla para que alce la cabeza y vuelva a mirarme. Cuando lo hace, su cara queda demasiado la cerca de la mía y sus ojos se clavan en el fondo de mi alma, como si quisieran traspasarme, como si se detuviera el tiempo. —Vales demasiado.
No soy capaz de evitar mis actos y en pocos segundos he roto la distancia que nos separaba. Pero esta vez no es como en fin de año. Esta vez no se queda en un simple roce. Mis dedos se deslizan por su nuca cuando mi labio inferior es atrapado entre los suyos. El corazón me palpita con tanta fuerza que casi me duele. Acaricio sus labios con la lengua y la suya sale al encuentro de la mía en un juego cada vez más intenso y rápido. Su boca baja a morder levemente mi barbilla para después delinear con suavidad mi mandíbula mientras sus manos se enredan en mi melena. Mi respiración se vuelve errática en cuestión de segundos. Sus labios empiezan a dejar dulces besos por mi cuello que se intercalan con algunos mordisquitos.
El calor en mi interior crece y si no paro esto ahora no voy a ser capaz de hacerlo luego, así que haciendo acopio de todas mis fuerzas y mi gran voluntad, le aparto suavemente con mi mano en su pecho.
—Lo siento Rubén. Es que yo…—no tengo tiempo de terminar mi frase.
—Lo sé. —me muestra una sonrisa bastante sincera y me abraza, sorprendiéndome mucho. —No sabía qué hacer, estaba muy agobiado. Gracias por estar siempre ahí chica peligrosa.
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Tu tan de Ron y yo tan de Vodka. [Rubius]
Hayran KurguNora tenía una vida bastante normal, quizás no del todo habitual por la importancia de su familia y la fama de su hermano, aunque sí con una rutina muy corriente, peró entonces conoció a Rubén y sus amigos y todo cambió. Y es que aquel chico que hab...