12. ¿Agradecerte o besarte?

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CAPÍTULO 12

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CAPÍTULO 12

"¿Agradecerte o besarte?"

Paré mi caminata en seco y él hizo lo mismo, lo miré fijamente y solo me dio una pequeña sonrisa. Acto seguido besó los nudillos de mi mano.

Seguimos caminando sobre el pasto verde por unos minutos en silencio, hasta que volvió a hablar.

—¿Después puedo echarle unos vistazos a tus escritos?

Abrí los ojos en grande y negué con la cabeza.

—Cuando esté terminada, es que la historia es sobre mí y ni siquiera tiene un final.

—Te soy sincero —soltó un suspiro —me encantó tu idea y siento que así vas a poder recordar todavía más sobre tu pasado y decidir tu futuro.

—Lo averiguare algún día —me limité a decirle.

No era difícil adivinar a qué se refería cuando empezó esta conversación conmigo para caer en la tentación de contactar a algún familiar, no quería comunicarme con alguien por ese momento, por lo que me aseguré que la portátil siempre estuviera desconectada de la red.

Ahora que las carreteras estaban despejadas y había redes inalámbricas disponibles, nada de eso era importante para mí.

—Si todos fuéramos como tú, Amber, el mundo sería mucho mejor.

Fruncí el ceño confundida ante sus palabras.

—No sé por qué decís eso, pero gracias.

Sonrió nuevamente mostrando sus dientes perfectos.

—Es que... —dio dos pasos más sobre el pasto verde —Conozco a muy poca gente que es capaz de llevar la carga que llevas dentro tuyo y es feliz al mismo tiempo.

Nadie se imaginaba lo que yo había pasado, nadie sabía que yo simplemente me ocultaba detrás de mí misma y mostraba a una chica segura y alegre.

Gianluca tenía razón, todavía llevaba una enorme carga dentro de mí.

Mire las nubes en el cielo y aprecié la hermosura de los dos colores, blanco y celeste, dos colores que combinaban perfectamente.

—Tal vez, todo sería mucho más difícil si no te tuviera a vos.

Me sonrió, me dio un cariñoso beso en la frente y luego sostuvo mi mano nuevamente.

Llegamos al gran lugar y agarré del bolso que llevaba una manta para colocarla en el césped y así sentarnos. Charlamos tranquilamente y comimos unos bocadillos que nos había dado Nadia cuando de repente escuché el ladrido de un perro.

Fruncí el ceño, era imposible  que hubiera un perro por acá estábamos en medio de la nada y muy lejos del pueblo y el bosque.

—Juraría que escuché a un perro ladrar.

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