3. Primera pista

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CAPÍTULO 3

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CAPÍTULO 3

"Primera pista"

—Espero que sean buenas noticias —tartamudeo preocupada.

Bruno me miró por segunda vez a los ojos y habló:

—No es un tema para hablar acá afuera.

Me quedé mirándolo y prestándole atención.

Bruno es un hombre muy misterioso y muy serio.

Debo admitir que eso fue lo que me causó tanto miedo la primera vez que lo vi.

Un ligero silencio se presentó solo entre nosotros tres.

El observándome y yo observándolo...

—No nos deje con la intriga —murmura rompiendo el silencio.

—No tenemos problemas en ir a su estudio ahora mismo —le digo todavía mirando al Doctor fijamente.

—Muy bien, eso es lo que quería escuchar —gesticula Bruno y se empieza a acercarse a mí.

Una vez a centímetros de mí solo acarició mi pelo color negro azabache y me dio una cálida sonrisa.

Eso me dio esperanza de que las noticias que me tenía que dar no fueran tan malas después de todo.

Gianluca se aclaró la garganta y como si eso fuera una advertencia Bruno se alejó de mí inmediatamente, como si mis toques quemaran.

Sin decir una palabra, el Doctor empezó a caminar y Gian y yo lo seguimos suponiendo que estábamos yendo a su consultorio.

Bruno abrió otra puerta y se apartó en señal de que pasaramos. Gian y yo nos miramos instantáneamente como si nos estuviéramos preguntando.

¿Pasamos?

¿Es un lugar seguro?

Y muchas cosas más...

Yo solo le asentí con la cabeza y luego entré y mi amigo por detrás.

El consultorio es un lugar muy agradable y sencillo, el chico tenía todo lo necesario y justo para atender a cualquier persona del pueblo.

De un lado hay un hermoso escritorio con un computador y una larga fila de papeles, a unos centímetros, una biblioteca pequeña llena de ficheros y papeles. Finalmente al otro lado de la habitación de cuatro por cuatro, una camilla para atender a los pacientes.

—Probablemente esté muy orgulloso de esta oficina, Doctor —dije separando la última palabra en sílabas.

El me sonrió y me extendió la silla frente a su escritorio para que me sentara.

Gian hizo lo mismo y se sentó a mi lado, después el Doctor dio la media vuelta a la mesa y se sentó.

—¿Por qué no me llamas por mi nombre, Amber? —me preguntó Bruno inclinándose en su silla, con una sonrisa maliciosa.

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