14. Perdidos y encontrados

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CAPÍTULO 14

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CAPÍTULO 14

"Perdidos y encontrados"

No podía creer lo que estaba viendo, estaba totalmente destruida en mil pedazos. Todo se paralizó en ese momento dentro de mí y decidí darles la espalda mientras pasaban, lo que fue un proceso en cámara lenta y muy doloroso.

No quería todavía que me reconocieran, y sin poder creerlo me repetí a mi misma mentalmente: Ese chico fue mi prometido.

Sin entender el motivo de los hechos, lo más sensato y cuerdo que pensé es que mi hermana estaba celosa y quería obtener la vida que yo tuve en algún momento, a toda costa.

Pero esta era mi batalla y estaba decidida a que no me derrotaran, al menos no tan fácilmente.

Entré y lentamente comencé a caminar por los pasillos, y fue como si hubiera sido ayer cuando todas las mañanas hacía lo mismo con una taza de café bien caliente en las manos.

Recordé también que estaba tan orgullosa de mi trabajo y que mis compañeros me querían y respetaban, prácticamente me sentí como si nunca me hubiera ido de ese lugar.

Observé cómo una chica se dirigió hacia el ascensor y la seguí rápidamente para poder subir también, las puertas se estaban cerrando cuando en el último momento alguien puso la mano entre ellas para abrirlo y poder entrar.

Fue entonces cuando vi a un chico, el me vio y abrió los ojos en grande y no sin antes preguntarme:

—¿Qué rayos haces aquí?

Me agarró del brazo fuertemente y me sacó del ascensor, dejándolo subir con sólo esa misteriosa chica adentro.

Cuando voltee a ver a verlo estaba rojo de la ira y sin pensarlo dos veces llamó a gritos a seguridad a todo pulmón.

Todos voltearon y de un momento a otro tenía a dos hombres agarrándome de los brazos mientras me arrastraban fuera de la empresa.

—¡Sueltenme! —grité, tratando de zafar de su agarre —¡¿Qué no me reconocen, idiotas?¡

Y en ese instante escuché su dulce y falsa voz y su nombre vino a mi mente, así como todo lo vivido juntos.

—Está bien, pueden soltarla, ya es suficiente —la voz de Nilsson, mi ex prometido, se hizo presente mientras todos murmuraban.

Los de seguridad se retiraron y me dejaron en paz. Estaba parada frente a Nilsson, sintiéndome sorprendida al principio pero con cada segundo que pasaba esa sorpresa se iba convirtiendo en rabia.

Lo miré fijamente y él solo se limitó al ser el primero en hablar:

—Hola, Amber —me saludó cordialmente el desgraciado.

Me aclaré la garganta y traté de detener las lágrimas de rabia, que empezaron a llenar mis ojos tan pronto como lo vi.

—Hola, Nilsson —le devolví el saludo a regañadientes.

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