33. No había nada más que hacer

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CAPÍTULO 33

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CAPÍTULO 33

"No había nada más que hacer"


Nadia hizo lo que dijo y a los cinco minutos estábamos saliendo de la habitación, estaba como nueva, ya no sentía nada. No sabía si era por la adrenalina o algo por el estilo. Pero al llegar al pasillo todo eso se esfumó.

Justo cuando estábamos por entrar a la habitación, otro doctor más adulto que el que me había atendido hace minutos, salió con una enfermera a su lado; ambos tenían el semblante sin expresión, no sabía si estaba todo bien o si algo andaba mal.

No sabía lo que a él le estaba pasando en esos momentos...

La enfermera se percató de que Nadia y yo estábamos ahí y apretó los labios, todavía sin ninguna respuesta a mi pregunta.

—Doctor —le murmuró al hombre y este volteó hacía nosotras.

El hombre se aclaró la garganta y pude ver al costado de su bata la pequeña placa con su nombre.

Alberto Tello.

—Buenas noches, ¿ustedes son los familiares de Gianluca Raints?

—Sí, nosotras somos —dijo mi cuñada a mi lado y estrechó su mano con el doctor.

—¿Cómo está él? —pregunté sin rodeos y los tres fijaron su vista en mí.

Alberto bajó la mirada al suelo y al levantarla me miró negando con la cabeza, lo que hizo que mi corazón sintiera una punzada fea y olvidara todo lo bueno que me habían dicho hace poco tiempo.

—Hicimos todo lo posible para evitarlo... —murmuró la enfermera al lado del doctor, agachando la cabeza.

El doctor se lamió los labios, soltó un suspiro y empezó a hablar seriamente.

—Después de utilizar medicamentos para evitar la infección del cerebro y ver que no funcionaba, no quedó otra alternativa de comprobar lo que sospechábamos. Le hicimos un electroencefalograma y como estaba previsto el paciente tiene muerte cerebral, lo sentimos mucho.

—No... —murmuré atónita retrocediendo tres pasos.

—Amber —murmuró Nadia empezando a llorar abiertamente.

Giré lentamente y cuando la vi ella también lo hizo y murmuró:

—No hay nada más que hacer.

Y fue ahí donde estallé, porque sabía que ella tenía razón y de solo pensarlo quemaba cada parte de mí, consumiéndome por completo.

Todo se hizo silencio para mí, ya no escuchaba, ya no veía, ni siquiera sabía si seguía respirando; el dolor en mi pecho me estaba consumiendo y perdí la noción de todo.

Quería creer que todo eso era mentira, un terrible y espantoso sueño, que estuviese todo en mi mente. Pero sabía que no era así, el dolor se presentaba para recordarme que me encontraba en la realidad, sufriendo.

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