34. Seguir adelante

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 CAPÍTULO 34

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 CAPÍTULO 34

"Seguir adelante"

Es difícil, es imposible y es injusto que el destino me lo haya quitado de esa manera, ¿pero qué podía hacer si yo solo soy un simple humano sufriendo?

A su funeral no pude ir, fue inevitable llorar en mi cama mientras estaba vestida de negro y con el pelo ya hecho un desastre. Al llegar al cementerio para su entierro vi a mucha gente que ni conocía alrededor del cajón, con la rosa blanca me acerqué y el cajón empezó a bajar lentamente.

Mientras todos se acercaban y arrojaban su rosa roja yo solo observaba atentamente y escuchaba los llantos de la gente a mi alrededor, fui la última en lanzar la rosa y la mía fue la que más resaltó y llamó la atención ya que era de diferente color.

Cuando la tierra empezó a caer sobre el ataúd, no pude evitar pensar en todo lo que me tocaba hacer sin él, el camino de mi vida era otro completamente irreconocible pero ya de tan solo imaginar sus senderos me causaba dolor.

Lo que más me dolió fue que al terminar el entierro tuve que ir al funeral de mi hermana. Verla en el ataúd con su semblante sin vida y su piel pálida me hizo entender que todo lo que había hecho fue por llamar la atención y por dependencia emocional, que quizás después de todo no había sido tan mala persona aunque no justificaba sus actos sentía que así era.

Y me desmoroné en el momento en que vi la pulsera que llevaba puesta, el brazalete que mi madre nos había regalado a ambas estaba en su muñeca al igual que el mío. Agarré su mano fría con delicadeza y vi la escritura.

"A mi adorable hija Lila"

Nilsson había arreglado el mío cuando estaba en coma y me lo había puesto de vuelta, empecé a llorar cuando recordé el momento en el que nuestra madre nos había regalado los brazaletes y le había dicho a Lila que también era su hija al igual que yo y que siempre nos iba a querer.

¿Cómo algo extraño e irreconocible puede esmerar tanto dolor y esas vibras de no poder seguir?

Él se fue sin decir adiós, se alejó de mi vida de un golpe y también me rompió las sonrisas, las ilusiones, el alma y el corazón.

Ella se fue dejándome los recuerdos de una buena hermana y compañera, con la seguridad de que iba a estar siempre protegida, con la fortaleza y creencia de mi misma y con el cristal pinchando rotundamente mi pecho.

Pasaron varias horas después de sus entierros, y yo pasé esas horas sentada en la cama sin hacer nada, no pude merendar porque las náuseas se hicieron presentes durante varios minutos y eso fue lo único para lo que me levanté.

Solo estaba ahí en la cama pensando en todo lo que había pasado, era como si mi mente no podría todavía entender qué hora iba a estar sola y que no sabía qué hacer para seguir adelante con algo tan importante de él. Quizás hubiera sido mejor que yo muriera en su lugar, debo admitir que eso sí se me pasó por la cabeza durante un largo tiempo.

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