Prólogo - Una mala decisión

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Prólogo – Una mala decisión



A veces suceden cosas extraordinarias, eventos inesperados, o sucesos extraños que nos toman por sorpresa, y si no estamos preparados para afrontarlo, se escapará de nuestras manos y no volverán. Se trata de momentos únicos que se nos graban en la mente, golpean al corazón y que cortan la respiración.

Momentos en los que sientes, en lo más profundo del alma, que ya nada volverá a ser como antes. Algunos le llaman, el punto del no retorno, otros, en cambio, lo ven diferente...

Ella era incapaz de procesar, entender o razonar por qué tenía que experimentar algo así en su vida. No era justo, para nada. Su cuerpo, a merced de un temblor que no parecía tener intenciones de extinguirse pronto, solo podía darse el lujo de sentir, allí, en lo más recóndito de su alma, una sola sensación.

Dolor.

Su espíritu se había roto. Tenía una mirada sin brillo, apagada, como la de alguien que ya abandonó toda idea de esperanza. Y una angustia fatalista le prendía fuego por dentro.

Sus dedos acariciaron la sangre que tenía impregnada entre ellos, sintiéndose ajena a esa imagen. Cómo si quisiese borrarla de su memoria, limpiarla de sus manos, y que ya no estuviese allí, pero ese llamativo y espantoso color rojo era testarudo.

Su mente entonces le recordó que tenía cigarros en su chaqueta. ¿Por qué se le recordó? Por sus dedos. Porque a esos dedos manchados de rojo le faltaban un cigarro que le diese calor.

Lo encendió. Sus labios apenas se despegaron el uno del otro para que el humo saliera, y con él, las penas. No podía creerlo. La situación le era hilarante. Abrazada por la noche, sola, con un cadáver en su regazo y un cigarro en la maldita mano. Y las lágrimas interminables.

¿Cómo había llegado a una situación así? Volvió a expulsar otra humareda al cielo. La dirección de sus ojos fue siempre la misma desde que había decidido tomar asiento junto a las vías del ferrocarril.

Escuchó de pronto el sonido estridente de la sirena de una patrulla. En sus 19 años de vida, jamás se había puesto a pensar que tan hipnótico resultaba el contraste de las luces rojas y azules al acercarse. Su mirada se perdió en ellas, sintiendo allí, bajo su manto de luz parpadeante, que su vida marcaría un antes y un después.

Los policías acudieron a ella con prontitud y la abordaron con muchas preguntas, pero ella no era capaz de escuchar más que su voz interna repitiéndole al oído lo mucho que la había cagado.

Sus labios estaban sellados por el dolor, la angustia y una poderosa sensación de ahogo y culpa, pero, tras unos momentos en los que intentó escuchar, hubo una pregunta que si fue capaz de responder.

«¿Reconoce a la víctima?».

Su corazón pareció partirse a la mitad, sus ojos se inundaron de lágrimas, y su voz, rasgada y melancólica, mencionó el nombre de una persona que no volvería a ver jamás; una persona que amaba, y que, de no ser por una mala decisión, todavía seguiría con vida.

—Ada... —Sus dedos despejaron los mechones rubios que se le habían pegado a la cara de tanto llorar—. Adaline Fisher.

A-Normal 2: Rompiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora