Capítulo III – Proyecto extracurricular
«Le dejo mi tarjeta. Si recuerda algún detalle más que pueda brindar algún aporte a la investigación. Llámeme», recordó ella.
Emma escondió la tarjeta del detective en la parte de atrás de su billetera. Allí en dónde se amontonan todas las facturas de café pagadas con crédito, los bonos de descuento que jamás usará, algunos stickers que solo cumplen la función de rellenar y de ser bonitos, y las monedas sueltas.
En definitiva: el lugar perfecto para cuando ella quería olvidarse de tener algo y no volver a mirarlo, ni de casualidad.
Tomó cuatro monedas y las depositó en la máquina expendedora. Habían pasado dos días de aquella entrevista, pero sus alarmas —más comúnmente llamado: ansiedad—, continuaban en alerta máxima.
Le preocupaba la declaración de su amiga Brenda.
Luego de la charla con Ada, Emma fue directo al encuentro con ella y Julia, y no le sentó muy bien apartarla para pedirle que le mintiera a la policía, pero ya no podía hacer otra cosa.
Al principio Brenda se encontró reacia a la propuesta. Y no podía culparla. Suspiró mientras recordaba la conversación.
«—Tengo miedo de que la policía sospeche de mí por la broma que le hicimos a Errol. Lo único que te pido es que niegues haber hablado o conocido a Errol...».
La máquina expendedora de gasolina universitaria —café—, parpadeó e indicó que su vaso estaba listo para retirar. Lo tomó y empezó a caminar por los peculiares pasillos curvados de la universidad.
«—No entiendo, Emma. Bien, sí sé que aquella broma estuvo muy de más. Soy consciente de ello. ¿Pero tanto como para que te tomen de sospechosa? Lo que él me hizo fue mucho peor...».
Observar el cielo azul a través de los cristales que daban hacia el patio interno le resultaba reconfortante y armonioso.
«—Sí, pero nadie lo sabe. Creerán que mentimos por no haberlo dicho antes. Actuamos mal desde el principio. Yo, en especial. Me dejé llevar por la venganza y me ha resultado fatal. Errol falleció muy cerca de dónde Ada y yo estábamos. Aunque haya sido por una ola, no tengo ganas de tener detrás de mí a detectives y oficiales todo el semestre por un malentendido. Lo único que quiero es dejar todo atrás. Si me haces este favor, todo terminará. Por favor...».
«—Está bien... Supongo que puedo hacerlo. La verdad que yo tampoco quiero que me interroguen todo el rato. Soy muy mala mintiendo, pero haré lo que pueda».
«—Solo omite cierta información. No te pido más. Y... gracias».
Llegó a su aula con bastante anticipación.
Desde el fiasco de su llegada tardía en el primer día de clases, había querido corregir eso llegando lo más puntual posible, aunque fuese después de los recesos —y si podía hacerlo con diez o quince minutos de anticipación, mejor todavía—. La verdad era, que viviendo en una zona tan cercana a la universidad, llegar tarde era, pura y puntualmente, culpa de ella misma.
Pronto comenzaría la última de sus clases, pero mientas esperaba, decidió volverse hacia el pasillo. Delante del aula había una puerta de vidrio que conectaba con amplio balcón que le pareció buena idea visitar.
La brisa que se dejaba sentir desde el segundo piso de la universidad siempre era recibida por una sonrisa por parte de Emma. Decidió terminar su café sentada en uno de los dos bancos que había en cada extremo: apenas tomó asiento y levantó la mirada, se sorprendió al ver una figura muy familiar.
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A-Normal 2: Rompiendo el destino
Fiksi IlmiahEmma Clark llega a la isla Blau y lo tiene todo: suite de lujo, una suculenta beca universitaria, una pareja de revista muy intelectual, fieles amigas y un misterioso pero útil don... Con este abanico de ventajas, nada podría salirle mal, pero claro...