Capítulo VII – Expulsión
Ella no estaba acostumbrada a viajar en coche. Su medio de traslado por excelencia durante gran parte de su vida había sido el confiable autobús público. Y a pesar de tener distintos motivos por los cuales quejarse, ya sea porque nunca llegan a tiempo, los choferes se pasan las paradas, el camino es siempre el mismo y los embotellamientos son inaguantables, los auriculares y la buena música lo hacían todo más llevadero.
Larga vida a la música.
El rojo del semáforo los obligó a frenar. El ambiente dentro del coche tenía el sabor de un cóctel de incomodidad y ansiedad. Ni Ulises ni ella habían mediado palabra desde que el viaje había comenzado, y Ada, en particular, era del tipo de persona que detestaba optar por el mutismo. Sus casi extintas uñas podían dar fe de ello.
Pero por desgracia nada podía decir ahora mismo sobre ese tema que ya estaba en boca de cada universitario, e incluso habitante, de la Isla Blau: el fallecimiento de Daniel Parker. Al menos no por ahora.
Rechinó los dientes, y sin darse cuenta, empezó a tamborilear los dedos en el reposabrazos de la puerta. Al cronómetro del semáforo todavía le quedaban veinte extensos, incómodos y horripilantes segundos más.
Hasta que él decidió cortar el silencio.
—Ada...
—No, Ulises... —Su ansiedad se disparó, y apenas escuchó la voz de su compañero, le interrumpió—. No vamos a hablar ahora.
—¿Por qué?
—Prefiero que lo veas con tus propios ojos —dijo con la mirada clavada en el cronómetro—. Las palabras no son suficientes en este caso. Sigue conduciendo hasta que lleguemos, por favor. Te explicaré todo allá.
—Como digas...
El coche volvió a avanzar cuando, al fin, el número marcó el cero.
*****
El vehículo descansaba bajo la sobra de un árbol en un espacio empedrado que se usaba de estacionamiento. Tras unos pocos metros se hallaba un pintoresco lago oculto de las fauces de la civilización en el corazón de un bello, verde, fresco y frondoso prado.
A estas tempranas horas de la madrugada el lugar era exclusivamente para Ulises y Ada. La morocha ya había tenido la oportunidad de tomar un «breve» descanso en uno de sus árboles en una ocasión y le había parecido buena idea volver.
Aunque en este caso, no sería por motivos recreativos.
Ada sabía muy bien que la mira de Ulises se asentaba sobre ella después del estremecedor acontecimiento en el puente. Él tenía dudas, y como un ser razonable, tenía ansias de resolverlas lo antes posible. Ella, por otro lado, no era tonta. Una simple plática no le serviría de nada porque, después de todo, Ulises y ella tenían algo en común, ambos eran personas de «hechos».
Y eso era lo que ella iba a demostrarle hoy.
Se arrimó hasta él y le ofreció varias tiras de papel estrechas y alargadas con una lista apuntada en ellas. Se trataba varios recibos de compras de sitios distintos. Algunos de ellos parecían duplicados.
—¿Y esto?
—Son recibos de compra, genio. Como podrás ver, allí dice exactamente la proporción de los materiales compré el día del viaje al faro.
Ulises ya se había percatado de ello, lo que no comprendía era otra cosa.
—Pero aquí las fechas no coinciden, dice que compraste lo mismo el día de ayer... —Luego, Ulises encontró otra diferencia—. ¿Y has comprado una mochila? —Y entonces lo comprendió todo. La mochila que Ada traía en sus hombros, no era la que ella usaba usualmente—. ¿Qué es exactamente lo que quieres hacer aquí?
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A-Normal 2: Rompiendo el destino
Ciencia FicciónEmma Clark llega a la isla Blau y lo tiene todo: suite de lujo, una suculenta beca universitaria, una pareja de revista muy intelectual, fieles amigas y un misterioso pero útil don... Con este abanico de ventajas, nada podría salirle mal, pero claro...