Capítulo V - Una buena persona

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Capítulo V – Una buena persona


Pizza Boom era el nombre del único restaurante de comida en la montaña. Además de la línea de teleféricos y una proveeduría amplía a su lado, era un lugar privado de otro tipo de estructuras o edificios.

Más allá de eso, venía la escalinata de más de doce kilómetros rumbo a la cima de la montaña... y al famoso faro: el punto más alto para ver la totalidad de Isla Blau en 360°.

A pedido de la profesora Rotingham, algunos alumnos se reunieron en el interior de Pizza Boom como punto de encuentro para planificar el viaje y recargar energías para el ascenso a pie. El ascenso daría inicio en unos pocos minutos, pero mientras tanto, los alumnos podían curiosear por las inmediaciones.

Ada reposaba su cadera en la barandilla principal del mirador: un despeñadero que había pegado a la zona de teleféricos cuyo largo se extendía hacia dos puntos. El del este culminaba con un cerramiento de la propia barandilla. Por lo contario, el punto oeste, sopesando los teleféricos, descendía en un camino alterno. Una ciclovía destinada a brindar una pacífica ruta asfaltada hacia la base de la montaña.

A su espalda, las maravillosas vistas del mar de Blau eran apreciables —a más detalle—, gracias a una hilera de telescopios empotrados al suelo. Uno de ellos era bastón personal del codo de Ada.

Por más que la brisa arrastrase el olor del mar, —incluso desde esa altura—, los pulmones de Ada insistían en sentir el gusto de la nicotina en su sistema, y ella no iba a negarse ese derecho.

Su mechero dorado hizo un clic, avivando una diminuta llama que se apagó al instante. Cubrió el cigarrillo con la palma, esta vez con más cuidado, y volvió a intentarlo.

El humo se deslizó por su nariz, mientras las ideas se deslizaban por su mente.

Sus ojos se enfocaron en el restaurante donde Daniel disfrutaba un buen sándwich de pollo. Él era su principal enemigo ahora mismo.

Tenía que callarlo de alguna manera, y lastimosamente para él, se había topado con una chica que no iba a dejar ir sus sueños tan fácilmente.

«Matarlo» no era una opción, por supuesto, y callarlo, probablemente resultaría imposible. La declaración de Daniel se llevaría a cabo, lo quiera o no. Él no estaba dispuesto a negociar, y ahora mismo, ella tampoco.

Tenía que encontrar la forma de revertir su situación.

¿Pero cómo? ¿Qué podía hacer? ¿Qué podía cambiar...?

Sus ojos se dispararon hacia el cartel del establecimiento, y como un «boom», una idea fugaz, arriesgada, temeraria y, en todos los ángulos posibles del mundo... ilegal, se instaló en su cabeza.

Le dio otra pitada al cigarro.

Pero Ada sabía que lo peor no era que una idea descabellada hiciera aparición, sino lo contrario, que esa idea se sintiese real... posible. Ese momento en dónde la mente comienza a anudar soluciones, una tras otra, y el corazón comienza a acelerarse al resolver cada incógnita casi a la perfección, y para cuando el plan termina de trazarse, la preocupación máxima es solo una...

El tiempo de ejecución.

Observó la hora en su reloj y evaluó los últimos detalles. Echó un vistazo veloz hacia el despeñadero. La ciudad estaba cerca, pero necesitaba un transporte, y uno muy rápido. Arrojó el cigarrillo y se desprendió la mochila del hombro, buscó su tablet, dispuesta a enviar un mensaje a una persona en especial... pero no tenía Internet.

A-Normal 2: Rompiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora