Capítulo XIX - Egoísmo

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Capítulo XIX – Egoísmo


Como las llamas del infierno, su temperatura. Como la oscuridad de la noche, su color. Como un volcán en erupción, su humo ascendió, acarició su alma y la renovó de energías. Por último, su aroma, de exquisito y sabroso amargor, un éxtasis a todo su cuerpo le brindó.

Adaline retiró el café de la máquina y se volteó. Tan solo dos almas se hallaban recorriendo los curvos pasillos de la universidad a estas altas horas de la mañana.

—Bueno, hermanita. Tengo que irme a preparar la clase. ¿Qué harás mientras tanto? —preguntó Teo mientras revolvía su café.

—Bueno, no sé. No suelo llegar tan temprano. —La chica apoyo sus labios inferiores con suavidad en el borde del vaso y sorbió—. Ah, café, te amo. Nunca me abandones. —Sus ojos se despegaron del amor de su vida para volcarse una vez más hacia Teodoro—. Supongo que escucharé muisca en el aula para pasar el rato.

—¿Quieres que cocinemos Sushi hoy?

—El Sushi no se cocina...

—¿Quieres que te cocine una patada ahora?

Ambos rieron.

—Ok. Sushi me parece perfecto. Compraré las cosas después de mi tonta sesión de terapia.

Ada se volteó hacia las escaleras y se despidió.

Sus auriculares todavía sonaban desde el viaje en el vehículo de su hermano, volvió a colocarse uno de los audífonos en un oído e ingresó al aula.

Al ser la única alumna y la primera en llegar, se adjudicó el privilegio de encender las luces y arrojar su mochila a su pupitre: el último de la primera fila.

El aire del ambiente se sentía pesado y sofocante; esta mañana la castigaba con un calor sin igual, pero antes de decidir encender el ventilador de techo, se ocupó de abrir las tres persianas de su aula.

Sus ojos escrutaron hacia afuera con curiosidad.

A través del cristal podía admirar la inmensidad del edificio contiguo y darse un deleite visual con el verde del césped en las inmediaciones, mezcladas con un bello salpicado de flores.

Por lo general ella jamás se daba el tiempo de apreciar estas vistas; por culpa de su problema recurrente de insomnio, Ada caía rendida en su cama alrededor de las tres de la madrugada, y tener que levantarse a las seis, ducharse, alistarse y desayunar para llegar a tiempo para el inicio de jornada le era sencillamente imposible.

Siempre llegaba a clases entre quince minutos o una hora tarde. Una mala racha que quería romper con la ayuda del traslado de su hermano.

Pero no podía negar que mantenerse despierta sin nada que hacer le resultaba una tarea ardua y asfixiante.

Ada terminó de abrir la persiana, se volteó hacia la pizarra, y su corazón casi revienta del sobresalto...

La pizarra estaba repleta de fotos.

Fotos de ella, en su casa, en la universidad, en su patineta, en el viaje al faro...

Fotos con su hermano, almorzando juntos, platicando y caminando por los pasillos...

Fotos con Ulises, reunidos con sus computadoras en el lago perdido...

Fotos con Bárbara divirtiéndose en la playa, durmiendo en el hotel...

¿Qué mierda era todo esto...?

Ada retrocedió consumida por el terror, y solo cuando lo hizo, fue capaz de ver que todas fotos parecían ocultar un mensaje. Los bordes de algunas imágenes se hallaban ennegrecidos por el fuego; y desde cierta perspectiva era capaz de apreciarse un mensaje...

A-Normal 2: Rompiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora