Capítulo XXX - Casualidad

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Capítulo XXX – Casualidad


—Y entonces, le dije: Escuche, señor director. Soy un friki de la informática. Si ella sube a ese avión, haré todo lo posible para destruir la reputación de su universidad. Y cuando los medios me entrevisten sobre el tema del secuestro, hablaré de la deficiente seguridad del campus, ya que... —Se interrumpió para toser—. Estaba en el campus universitario cuando me secuestraron. No vi la cara del director, pero el silencio me describió a la perfección su rostro —dijo Ulises, recostado en su camilla—. Lo que dijo después fue: me aseguraré personalmente de que no suba.

Ulises y Zoey, a su lado, se echaron a reír.

—Eres el mejor del mundo, Uli. —Zoey había permanecido horas a su lado. Sus lágrimas de felicidad y emoción se habían mezclado con la zona de las sábanas en la que caían. —No tenías por qué hacer eso.

—¿Qué? Claro que tenía que hacerlo —dijo el joven, su cabeza descansaba en el gran almohadón, su camilla estaba reclinada a media altura, y sus manos y las de Zoey no se habían despegado desde que ella había llegado—. En cuanto me enteré de cómo te trataron cuando me pasó esto... no lo toleré.

Zoey tuvo que hacer muchísima fuerza para no entrar en el terreno del sollozo otra vez.

—¿Cómo...? —Se sorbo la nariz—. ¿Cómo exactamente pasó esto? Se supone que no...

—Que no lo lograría. Lo sé. —Sonrió incrédulo—. El doctor no se cansa de repetir que milagro acá, qué milagro allá. Yo solo pienso que tuve suerte. Mucha suerte.

—Bueno. Me da igual lo que sea, me alegra muchísimo que estés bien —Le sonrió y sus lágrimas volvieron a practicar paracaidismo hacia las sábanas—. Si te ocurriera lo peor... yo...

—No te preocupes. No te vas a librar de mí tan fácilmente, Zoey...

Ella desvió su mirada con un deje de vergüenza sintiéndose en lo alto de su frente.

—¿Lo recuerdas?

—Recuerdo todo. Incluso la última, penosa y vergonzosa parte... que prefiero que olvides —dijo él sonrojándose—. Estaba un poco sentimental en ese momento. ¿Sabes?

Zoey sonrió, arrimó más su silla a la cama de Ulises y se recostó en su hombro.

—Siempre estuve super-mega-increíblemente orgullosa de mi interés sexual, pero no tienes ni la más mínima idea de lo muchísimo que me gustaría ahora poder corresponderte...

—Ah, no. Por favor. Tú eres perfecta así tal cual... no quiero que cambies ni un solo pedazo de ti. Ni siquiera los abstractos, como la elección de objeto sexual.

Ambos rieron.

—¡Nerd! —dijo ella.

—Mira quien habla.

Ambos rieron de nuevo.

—Así que Zoey, ¿eh?

—Si...

—¿Quieres contarme?

Le sonrió.

—Claro que sí.

*****

Emma se encontraba scrolleando con su celular, tumbada en el sillón de su casa, perdiendo el tiempo con memes, videos, fotos de personas que no conocía, haciéndose spoilers de películas que todavía no había visto...

En pocas palabras, no estaba haciendo nada. Y todo iba fenomenal así. El aparatito cumplía a la perfección su función de abstracción de la realidad y desvanecimiento de los pensamientos. No importaba si perdía quince, veinte o hasta dos horas de su tiempo allí mientras todo fuese en pos de obtener una efímera felicidad y una cuota de breves risas.

A-Normal 2: Rompiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora