La última brisa de verano

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Adorar a TaeHyung, no era la palabra suficientemente para describir lo que YoonGi sentía por su amigo oso.

Y era encantador tenerlo en su casa porque las paredes se volvían más hogareñas y nunca se quejaba del aire acondicionado tan helado como al pingüino le gustaba tener para estar cómodo. Charlaban hasta muy tarde y tomaban cualquier bebida con líquido que estuviese bien congelada.

Sin embargo, si seguía golpeando la mesa en ese ritmo haría que YoonGi tuviera un par de zonas calvas próximamente y eso sería algo raro considerando que seguía mudando un montón de plumas. Todavía tenía un par en los sillones y al despertar su almohada estaba llena de ellas.

—TaeHyung, detente —le pidió suavemente. TaeHyung dejó el golpeteo y un poco menos nervioso YoonGi se permitió seguir su trabajo de edición en su pequeña laptop azul.

Ni un minuto después, TaeHyung estaba recuperando su pequeño ruido.

—Di que vamos a ir.

YoonGi trató de concentrarse en el texto que está editando o llegaría la fecha límite y su jefe estaría respirando sobre su nuca en los días de entrega por su leve atraso, aunque sus compañeros estuvieran corriendo mucho más atrás de él.

El hombre lo tenía en la mira desde la entrevista, años atrás. "No camines de esa forma, me pones nervioso, pájaro." Le pidió y YoonGi tuvo que mirar sus zapatos antes de responder, para que no viese su sonrojo. 

 "Lo siento, es mi naturaleza."

Le avergonzaba un poco que no pudiese caminar de forma normal. En la región de pingüinos en las montañas era tan común, que lo extraño era mirar a un cambiante que usaba un pie delante del otro.

De todos modos, era ya muy tarde para YoonGi intentar cambiar su andar. No importaba si estaba en la capital, seguiría conservando aquellas cosas de cambiante pueblerino.

—Nop.

—Tenemos que ir —insistió el oso. Tan aferrado a la idea como un niño pequeño. No era bueno por dónde estaba yendo su desacuerdo, YoonGi era igual de aferrado.

—No tenemos.

Dobló el cuello permitiendo que su oreja tocara un poco sus hombros. Tenía esos hábitos raros de ave que salían el flote mientras estaba muy ocupado para controlarlos.

Corrió toda una línea de su trabajo sin parar de teclear. Eso molestó lo suficientemente a TaeHyung para que un gruñido flotara desde su pecho.

—Préstame atención.

—No puedes rugirme cada vez que no estás de acuerdo en algo —comentó más como una observación que como un reproche. Nuevamente, estaba demasiado acostumbrado al chico y nada de lo que pudiera venir de él le parecía nuevo.

—Grázname de vuelta.

YoonGi dejó de escribir por un breve instante, como si TaeHyung lo hubiese atrapado en algo. Precisamente lo fue.

—No quiero —respondió, jugando con sus labios.

—¿Es por qué podrías cambiar?

—Oh —murmuró. Aunque ya debía estar acostumbrado a ser tan fácil de leer para su amigo—. Sí...

—Es por eso que tenemos que ir.

—Eso lo empeorará.

Le estaba dando un rotundo no, la idea de volver a la piscina empujó a su pingüino a la conciencia. YoonGi como los últimos días, lo alejó del control. 

Amor de pingüino [YM/JS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora