Toma un paraguas para la lluvia

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Era de mala educación aprovechar el sentido de audición agudo de los pingüinos. Eso se le enseñó a YoonGi en su región de pingüinos las montañas. 

Cubriría sus oídos si era necesario.

Toda su educación fue directo a la basura tan pronto escuchó a JiMin gritar al otro lado de la puerta de su apartamento.

Horas atrás, TaeHyung estuvo insistiendo que le dejara entrar.

YoonGi no quería, le contó por un mensaje de texto su nuevo descubrimiento sobre su vecino e inmediatamente fue bombardeado de un montón de preguntas.

Preferiría no hablarlo tan pronto, no existía una salida aparente en un problema que él mismo hizo. Aunque no es como si pudiera acercarse a JiMin y confesarle todo. No haría eso, ni si quiera si tuviera un arma apuntando sobre su cabeza. Incluso si no era correcto ocultarle la verdad.

Todo se volvió mucho más complicado cuando JiMin reconoció a TaeHyung. Él estaba dentro de casa, listo a bloquear la cerradura para que el oso no entrara.

—¡A ti si te conozco! —rugió JiMin echando chispas. Para la sorpresa del pingüino su sentido de audición fue perfecto.

Los oídos de YoonGi incluso recolectaron el sonido de la inhalación furiosa que el nadador tomó por la nariz antes de continuar con sus protestas ruidosas. Fue desconcertante lo claro que podía oír del humano, la formaba en qué sus dientes estaban chocando o sus pies rozando con el piso de madera.

Su primer encuentro no fue de esta manera, su capacidad de escuchar al nadador no fue tan mortificantemente buena. Probablemente se debía a que estaba entrando en un momento de pánico.

No hubo mucho tiempo para pensarlo, después de todo apoyó su hombro con mucha fuerza contra la puerta y esta se empujó hacia fuera. 

Inmediatamente chocó contra el pecho TaeHyung y los gritos de JiMin cesaron.

Dejó de respirar, con su mente maquinando rápidamente entre un montón de posibilidades. Sintió a TaeHyung en la duda si sostenerlo o no, al final dejó caer sus grandes manos negándose a ayudarlo, esperando a que YoonGi tomara una decisión.

Estaba en lo cierto, el pingüino tenía que actuar rápido para aparentar o ser descubierto de verdad.

El primer paso fue apartarse de su amigo, fingiendo que él no había estado aferrándose al oso, en lo absoluto.

JiMin los observaba, con sus ojos alternándose sobre el mínimo movimiento entre ambos.

 YoonGi pensó que si él humano fuera un cambiante de gato su cola estaría levantada y pequeños colmillos saldrían de su boca, listos para lastimar cualquier amenaza.

—¿Se conocen? —les preguntó el nadador fríamente, la rabia parecía haberse ido lejos, dejando la incertidumbre escrita en su rostro. TaeHyung se movió un poco incómodo, logrando que JiMin diera un paso al frente—. No, esa pregunta es estúpida. ¿Qué relación tienen?

YoonGi carraspeó antes de hablar evitando que un graznido se le escapara de la boca, viendo la oportunidad de salvar la situación. La tomaría desesperadamente aunque eso implicara mentir sólo un poquitito.

—E-es mi jefe —tartamudeó con la voz más aguda de lo normal. 

Su pingüino sacudió la cabeza negando, el nadador no era tonto, definitivamente no iba a tragarse ese cuento.

—No te creo —le dijo JiMin cruzando los brazos por encima de su pecho. Entonces una de sus cejas espesas y perfectamente formadas se levantó hasta perderse en el fleco de su cabello rojo tostado. YoonGi apartó la mirada, no era bueno que mirara a ese hombre mucho tiempo. Además era un momento tenso, necesitaba concentrarse—. Prueba con otra excusa.

Amor de pingüino [YM/JS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora