El poeta de viento blanco

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—Es, es DongJu —YoonGi balbuceó sin mucho ánimo y viéndose abrumado. Fue cruel que eso le diera bastante alivio a JiMin, pero se lo dio.

Era alguien que conocía. No un desconocido con el que su pingüino se encantaría a primera vista.

—¿Es alguien malo?

—No —Simplemente su vecino dijo, achicando su cuerpo como si fuese capaz de desaparecer de esa forma.

El rostro de DongJu se llenó de ilusión cuando YoonGi agitó la mano suavemente hacia él y saltó fuera de su asiento.

—Se está poniendo de pie —señaló JiMin con sus cejas chocando en lo bajo de su frente. ¿Por qué YoonGi lo saludó? Le enviaría un mensaje equivocado a cualquiera, no debió hacerlo. Por fortuna para su situación, el pingüino frente a ellos se movió de la fila y fue el turno de YoonGi para sostener una bandeja y pedir.

El humano lo imitó, recibiendo mucho arroz y pescado frito, estaba tan bien dorado que seguro crujiría entre sus dientes. El agua que le regalaron en un vaso de metal tenía cubos de hielo y con una mueca JiMin se preguntó cómo iba a tomar eso, todo lo que quería era un chocolate caliente con galletas llenas de azúcar.

—¡YoonGi Hyung, YoonGi Hyung aquí! —DongJu gritó desde su mesa agitándose como un niño pequeño y JiMin observó cómo su vecino titubeaba si ir hacia él o escapar. Cómo de esperarse viniendo del noble corazón de YoonGi, avanzó con pasos rígidos hacia su conocido.

—Vamos a desayunar en su mesa.

JiMin lo siguió, luchando contra su propia charola. Se sentía demasiado helada a través de los guantes.

Cuando llegaron frente a la mesa, el humano pudo leer en el otro hombre como le sorprendió para mal su presencia. Lástima por ese chico, iba a quedarse junto a YoonGi lo quisiera o no. Se aseguró de hacérselo entender con una mirada de advertencia.

—Buenos días, DongJu, ha pasado tiempo.

Mientras su vecino se sentaba frente a DongJu, JiMin lo imitó y tuvo una buena vista del chico.

Se veía jodidamente joven, estaría sorprendido si se enteraba que pasaba de los dieciocho.

Con sus ojos aceitosos enormes, la boca gorda en un permanente puchero respingón y las llamativas mejillas parecía un niño regordete.

No era sólo eso, su cabello podía ser toda la decoración sobre el frosting de su apariencia. DongJu como cada cambiante pingüino tenía algo de blanco y negro. Y en su melena esponjosamente negra recibió corazones blancos en su fleco, tenían el aspecto de haber sido impresos. Igual que el estampado de la piel de un leopardo o algo así le pareció a JiMin.

Cómo si eso no fuera lo suficientemente cursi para su apariencia, DongJu tenía un cabello tan largo que la punta probablemente tocaría el inicio de sus hombros y decidió sujetarlo con lazos rosados.

—¡¿Ha pasado tiempo?! —exclamó el chico con sorpresa y parecía bastante ofendido por la falta de emoción de YoonGi en su rencuentro— ¡Hyung, te extrañé demasiado! Pero nunca respondiste mis mensajes.

Él lo llamó Hyung, por lo que claramente era menor.

—¿No lo hice? —YoonGi se preguntó dándole una sonrisita avergonzada. Rascó las plumas en su nuca y un par de ellas se desprendieron.

—¡No, no lo hiciste!

DongJu sacudió la cabeza, como parecía ser algo que todos en Yejong hacían, y los listones en sus cabellos se agitaron.

Amor de pingüino [YM/JS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora