Llovizna en el desierto del Sahara

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Torpemente los ojos de YoonGi chocaron contra los de JiMin cuando salieron de su apartamento.

El humano desvío la mirada rápidamente, YoonGi atrapó ese detalle con preocupación. No era algo común.

—Buenas noches.

JiMin intentó saludar con una sonrisa torcida.

—Hey.

Todo entre los dos se sintió mucho peor después de que JiMin habló. Parecía que su voz se convirtió en una cuerda tirada tan fuerte que se rompería.

YoonGi no tenía idea de por qué estaba caminando hacia él, pero lo hizo. Probablemente se estaba volviendo algo valiente alrededor de este humano.

—No llegaste anoche —evidenció y al mismo tiempo percibió como los músculos de JiMin se tensaban debajo de su ropa mientras más cerca se encontraban. ¿Se volvió rígido ante su acercamiento?

—Estuve ocupado, perdona —JiMin mintió, porque estuvo comiendo onigiri de atún en una tienda de conveniencia, escuchando canciones que no hablaran de amor.

Inmediatamente los ojos de YoonGi descendieron a su cuello, el humano sabía lo que buscaba.

No encontraría marcas, no tenía los ánimos necesarios para encontrar una aventura. Tal vez mañana la tendría.

—No importa —le aseguró YoonGi, dándole una sonrisa sin dientes—, ¿vendrás esta noche?

Un puñetazo tiró del estómago de JiMin demasiado duro que lo hizo pensar que vomitaría.

Esa era una propuesta que ya no debía tomar. YoonGi no sabía que estaba enamorado de él y el buen golpe que le dio diciendo que podría encontrar una pareja cambiante.

Volver a sus brazos sería una tortura, acariciando al hombre que amaba y esperando a que encontrara a su compañero destinado.

—No estoy seguro, haré algo importante o así —balbuceó, guardando las manos en sus bolsillos para retener las ganas de pellizcar cariñosamente la nariz de su no chico.

—Uh. —Con la tristeza en el azul de los ojos de YoonGi, estiró una mano hacia la suya—. Nosotros... ¿Estamos bien, verdad?

Nosotros. Una palabra para referirse a YoonGi y él, juntos. No debió gustarle tanto, sólo que lo hizo.

Jodidamente era un masoquista.

—¿Qué quieres decir?

Fingió no saberlo, porque claro que lo sabía. Lentamente se volvía dolorosamente distante.

—Dijiste que nada entre nosotros iba a cambiar.

YoonGi le recordó y JiMin deseó ser alguien que pudiera cumplir mejor sus promesas. No estaba muy seguro de cómo actuar ahora, todo cambió completamente.

—Seguro, nada lo hace —le aseguró pero YoonGi no soltó su mano y no dejó de mirarlo—. Ahora, ¿puedes... Dejarme ir?

—Uh.

Su tierno vecino aceptó lentamente y una vez que sus dedos estaban lejos, la mano de JiMin se sintió terriblemente vacía.

—Nos vemos por ahí.

Le prometió de manera vaga, caminando hacia el lado opuesto de su vecino. Pronto estaba trotando, corriendo las escaleras de su edificio y alejándose.

Se sentó en su auto mirando la nieve caer, intentado calmar su respiración inestable. Después condujo a los suburbios de SeokJin aunque no estuviera invitado, necesitaba a su maldito mejor amigo más que nunca.

Amor de pingüino [YM/JS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora