Luces de ciudad

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El timbre sonó dos veces en la mañana, luego tres. YoonGi sólo quería seguir durmiendo por largas horas, pero por suerte para la persona que estaba tocando tuvo la suficiente fuerza de voluntad para patear sus piernas fuera de la cama. Abrió la puerta con la mente en blanco, estaba tan cansado que su cerebro no estaba funcionando en lugares claves que le ayudarían a pensar.

Al menos debió suponer de quién se trata si uno de sus sentidos estuvieran más despiertos.

—Hey, YoonGi. —Sí, por supuesto que se trataba de JiMin. Nadie en el mundo lo saludaba de esa forma si no era el humano.

Se veía bien, como siempre. Tenía uno de sus suéteres gruesos y grandes contra el frío de la mañana, el bolso de cambio para natación sobre su hombro levemente descubierto por lo grande que era la prenda roja. Sus labios también estaban presionados muy juntos y tenían pequeñas heridas, hechas con dientes, podía decirlo a ciencia cierta. No faltó a la cita por un accidente, como prefirió pensar.

Bien, tal vez existían mejores posibilidades para justificarlo. Seguro que las había, su pingüino las encontraría.

—Hola —lo saludó de regreso, estaba tan ronco como desafinado por ser la primera vez que hablaba en la mañana. Le arrancó una titubeante sonrisa a JiMin, aunque pronto despareció.

—Eh, yo... —murmuró con nerviosismo. Fue curioso para YoonGi, su vecino humano se seguía viendo muy seguro incluso en su incomodidad. Todavía quería mantener el contacto visual mientras le daba una explicación— Perdón, no llegué anoche.

Claro que no lo hizo y estuvo mucho más tarde de regreso a su apartamento. Tenía su audición perfectamente funcional en cuanto se trataba de JiMin. Una hora antes del amanecer abrió la puerta, arrastrando los pies, tomó una ducha de dos minutos y luego cayó dormido en su colchón.

Sí, era espeluznante que pudiera conocer todo eso cuando ni si quiera estaban pegando su oído a la pared.

—Oh, no pasa nada —le aseguró con un asentamiento y lo más parecido que tuvo a una sonrisa—. ¿Estás bien, verdad?

Tal vez un familiar estuvo enfermo y JiMin voló a cuidarlo. Cualquier cosa podría pasar. No significaba que el humano lo hubiese dejado plantado sin un buen motivo. Su pingüino no pudo elegir a este chico como su compañero si era una mala persona.

Quiso pensarlo fuertemente.

JiMin se lamió los labios rápidamente.

—Sí, estoy bien —asintió ante su propia respuesta—. En realidad, me surgió algo inesperado con un conocido y... De verdad lo siento, lo olvidé.

YoonGi escuchó atentamente, esperando encontrar un poco de consuelo en esas palabras. Si JiMin le daba una buena excusa, entonces él podría seguir cortejándolo con mucho esmero, no afectaba en nada sus planes, se enamoraría de él y haría que sus sentimientos fueran correspondidos.

Las cosas eran distintas ahora, sin embargo. Estaba escuchando lo que tenía que decir, pero también podía mirar.

Su vecino parecía tener algo similar a un tic de nervioso de rascar cuando estuviera algo ansioso. Así que notó como sus dedos fueron a rascar la piel de su cuello. Sus ojos cayeron sobre las dos manchas rojizas a lo largo de su piel dorada. Eran bastante redondas y tenían el recuerdo de un par de dientes.

Fue imposible no mirarlas sabiendo que JiMin estaba usando un suéter de cuello redondo. Tampoco parecía molestarse en ocultarlas.

Sabía que clase de marcas ellas. No estaban ahí cuando lo invitó a cenar, por lo que eso sólo lo dejaba con una respuesta. Era obvio el motivo por el que nunca llegó.

Amor de pingüino [YM/JS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora