Chubascos

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JiMin estaba de malhumor. Había dormido pocas horas y sorprendentemente logró quemar el pan en la tostadora. No le sorprendería si un día lograba prender algo de fuego al hervir agua.

Desbloqueó la puerta de su apartamento equivocándose con el código dos veces, su propia contraseña. Maldición, necesitaba un polvo antiestrés antes del fin de semana o enloquecería.

Tan pronto como puso un pie afuera del marco de madera, algo crujió contra sus botas altas.

Levantó el pie.

—¿Qué es esto? —Había una piedra que no ocuparía ni la mitad de su mano. Se inclinó para recogerla, uniendo sus cejas para fruncir su ceño.

¿De dónde había salido eso? No es como si en todo el edificio hubiera tierra y polvo de dónde pudiera venir.

Mientras le observaba, una de las puertas de la pared de enfrente se abrió de golpe sobresaltándolo.

Un hombre apareció. Con dos orejas negras puntiagudas en lo alto de su cabeza y una cola larga yendo de un lado a otro tensamente, realmente muy rápido. Un cambiante de gato.

Por lo que JiMin sabía del gato de SeokJin, cuando el animal usaba esa postura significaba que no estaba feliz por verlo invadir su territorio. El gato quería saltar y matarlo a arañazos.

—¡¿Me estás escuchando?! ¡No puedes marcharte ahora! —Se escuchó que alguien le gritaba. JiMin guardó la piedra en el bolsillo de su abrigo, dando un paso atrás.

Esa sin duda era la voz de una mujer y sonaba como de este tipo de amantes que te lanzaría un florero en la cabeza por mirar a otra no que fuese ella.

Como esperaba, apareció una figura femenina tambaleándose. Ella debía ser cambiante de una linda french poodle color marrón por los rizos y la cola esponjosa atascándose entre sus piernas.

—Sólo cállate —le amenazó el hombre, ni si quiera deteniéndose a mirar— estás ladrando alto, los vecinos van a escucharte.

Tan arisco. De verdad que se trataban de un gato

Oh, ese debía ser el matrimonio de perro y gato que YoonGi le habló alguna vez.

—¡Si te vas no vuelvas! —Ella ladró en una amenaza, con lágrimas desprendiéndose de sus ojos.

El gato la miró sobre su hombro. Con una mueca que enseñaba sus colmillos, felina y cruel.

—Como si no fueras a esperarme.

Luego huyó y se volvió una sombra ágil que desapareció en la obscuridad de las escaleras del pasillo, bajo la mirada rota de su esposa.

JiMin hizo una mueca, pensando en la forma de alejarse lentamente. No era bueno dando consejos, mucho menos en un tema amoroso. Le diría algo realista que no era lo que la mujer necesitaba ahora. 

Era evidente que su matrimonio se parecía a caminar sobre el infierno sin zapatos.

En ese instante, ella cayó sobre sus rodillas y el humano tuvo que abandonar su plan para escapar. Se le veía enferma.

—Disculpa, ¿te encuentras bien?

La french poodle levantó la cabeza hacia él, con sus orejas alzándose un poco. Se miraba un poco pálida y rojiza por el llanto. A pesar de eso, objetivamente podía notarse que era una mujer guapa del tipo dulce. Su cara pequeña y labios rojos en forma de corazón junto con los rizos rebotando sobre su cara le daban un aspecto angelical.

JiMin la habría clasificado como la persona más bonita que había visto, hasta que recordó a YoonGi.

No, no podía ganarle al encanto de su vecino. Su estándar más alto de lindura siempre sería cuando YoonGi le daba su sonrisa con sus encías rosaditas, sonrojándose por un coqueteo inocente. O, también podía ser cuando se volvía serio y sus ojos cambiaban de tono radicalmente.

Amor de pingüino [YM/JS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora