En las tormentas de nieve no puedes mirar

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El aire que corría maravillosamente desde el balcón de su apartamento estaba fresco, anunciando la entrada de un nuevo otoño.

A JiMin le encantó profundamente como revolvió sus cabellos y le golpeó el rostro. La sensación familiar le trajo una sonrisa, como un recuerdo de su ciudad natal pero sin el aroma a mar.

Apoyándose contra la barandilla de metal lustroso, puso su atención en cualquier punto de la calle desértica bajo su edificio, no podía importarle menos que no hubiese nada que mirar. Tarareó una canción con lentitud tomando agua, casi somnoliento.

Los días sin trabajo eran raramente libres y tediosos.

Recordó a YoonGi y a HoSeok al mismo tiempo, intentando alejar el pensamiento tan pronto cómo llegó.

Fue raro que quisiera meter sus narices en un asunto que no le correspondía en lo mínimo.

Quiso engañarse diciendo que ya estaba involucrado, de alguna manera extraña e inevitable por culpa e HoSeok, pero... Él no era ciego y no solía mentirse así mismo.

Estaba interesado en YoonGi por meramente curiosidad. Se conocía, no era del tipo que se negaba a conseguir lo que quería. Si algo le interesaba corría tras ello hasta que lo conseguía y después terminaba harto de su uso.

No era su asunto si YoonGi volvía a nadar. Una vez que su curioseo fuera saciado, se distanciaría bostezando de aburrimiento. Su vecino no merecía eso.

Era bastante distinto al caballito de mar, su competencia siempre era firme y centrada en un objetivo que le importaba. Sería mejor que HoSeok hiciera lo que tuviera que hacer.

Pensó en eso durante varias veces en los ya pasados días, últimamente su vecino apenas aparecía por el pasillo de los departamentos. JiMin nunca lo atrapó. Nunca, ni una sola vez.

Una noche apoyó el oído contra la puerta tratando de espiar si su vecino seguía ahí, tal vez salió de viaje. Presionó el dedo contra el timbre, YoonGi debería estar en casa, era mucho más tarde que la hora de la cena.

Nadie le respondió.

No importó para JiMin, se encogió de hombros, acomodó su cabello camino a su propio apartamento vacío.

La rutina debió seguir su rumbo natural con o sin su extraño vecino. HoSeok lentamente apagó sus insistencias. Cómo si la vida volviera a la normalidad de golpe.

Pero, el gran y sorprendente pero. YoonGi fue a las piscinas, de nuevo. Lo hizo el día en que JiMin tenía un descanso, coincidió. Simplemente se sentaba en la orilla y contemplaba el agua por horas. Al humano le dolería el culo intentando quedarse quieto tanto rato.

Lo hizo la siguiente semana, la siguiente y en la tercera. Y JiMin ya tenía suficiente para querer rascar su curiosidad.

—No es mi asunto —se repitió en voz alta, dándole un trago a su botella de agua tibia. Le gustaban las cosas cálidas como el verano.

Tal vez la vida en Seúl era demasiado cómoda para su gusto. En Busan tenía el corazón acelerado al ir a los lugares familiares esperando no encontrarse con él, un riesgo que era molesto pero al parecer extrañaba.

De pronto, algo en la avenida que miraba atrajo toda su concentración. Era YoonGi, tenía ropa veraniega de tonos obscuros y atravesó la calle trotando a un ritmo tranquilo.

Vaya, era la primera vez en este tiempo que JiMin lo veía por la zona de los apartamentos.

Pero nuevamente, se dijo que no era su problema.

Amor de pingüino [YM/JS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora