22. Comportamientos extraños

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A bordo del Perla Negra, dentro del camarote del Capitán, Anastasia cuidaba de la pequeña que habían encontrado hacía un día y medio. La niña seguía inconsciente, en ocasiones parecía estar bien, pero después la fiebre le volvía. La joven Randall le ponía sobre la frente pañuelos empapados en agua fría para bajar su temperatura y cuando parecía responder y recobrar la conciencia un poco, Anastasia le daba a beber tragos de agua con miel para que se rehidratara y alimentara. También le cantaba la canción que su padre le había enseñado para arrullarla. Casi no se apartaba de ella, velando sus sueños y tranquilizarla en las pesadillas.

Aunque no conocían a la pequeña, los tripulantes del oscuro navío se sentían tristes por la niña y se mostraban preocupados por su salud. Cada media hora se turnaban para ir a preguntar si ya había despertado.

Esa era una de las cosas que más había impresionado a Anastasia. Jack y su gente seguramente eran muy distintos a muchos otros piratas. Sparrow siempre estaba al pendiente de lo que Randall y la pequeña llegaran a necesitar. Incluso cuando la joven fue vencida por el cansancio, él mismo se quedó la cuidándola en su lugar para que ella pudiera descansar.

Al mirar a la chiquilla dormida, podía imaginarse lo que le había ocurrido para terminar a la deriva con un cadáver en medio el océano, y daba gracias por haberla encontrado a tiempo.

—La pobrecita no despierta. —susurró la joven. Estaba sola en el camarote, la noche había caído y empezaba a refrescar. Pensó que talvez el aire fresco le había bien a la niña. Poniéndole la mano sobre la frente, pudo verificar que la fiebre había bajado nuevamente y se sintió aliviada por ese hecho. Besó la mejilla de la pequeña acarició su mano. —Lo estás haciendo muy bien. —dijo dándole ánimos, aunque estuviese dormida.

—¿Puedo pasar? —pregunto Scrum del otro lado de la puerta y al escuchar la respuesta afirmativa, entró.

—Aún no despierta, pero ya no tiene fiebre. —le explicó Anastasia sabiendo a qué iba.

—¿Eso quiere decir que está mejorando? —dijo ilusionado, la muchacha le respondió que sí.

Entonces se acercó a la cama donde dormía la niña y junto a ella dejó con mucho cuidado la muñequita que había comprado en el mercado de Tortuga.

—Es para ella —reveló —, para que cuando despierte encuentre algo lindo, bueno... además de ti.

El corazón de Anastasia saltó de alegría al presenciar el gesto tan noble de aquel pirata.

—¿Estás seguro?

—Por supuesto. A ella le hará más feliz tenerla, además, le hará compañía cuando se enfrente a la realidad... —su voz se oscureció al recordar cómo y dónde la habían encontrado.

—Lo sé. —lo interrumpió Randall. Ella más que nadie sabía perfectamente a qué se refería. Aunque no sabían quién era el hombre que habían encontrado muerto en el bote junto con la niña, aunque sospechaban de que podía tratarse de su padre, no estaban realmente seguros, pero fuera quien fuera, la pérdida de esta persona le iba a causar mucho dolor.

—Mi señora, talvez quiera salir un poco a despejarse, ver las estrellas o respirar aire fresco... Si usted quiere, yo me quedaré aquí en su lugar. —se ofreció el pirata.

Anastasia asintió y se levantó de su asiento. Al salir a la cubierta estiró el cuerpo, la espalda y las piernas le dolían, estaba muy cansada. La brisa marina acarició su rostro, respiró profundo y se llenó de energía. Miró a los lados buscando a Jack, pero no lo encontró, y se preguntó en dónde podía estar.

—¿Cómo sigue la pequeña? —preguntó Tobey Read acercándose a la joven e interrumpiendo el silencio.

—Al parecer mucho mejor. Podría despertar en cualquier momento. —respondió.

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