35. En donde se celebra un onomástico

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  La mañana en la Isla del Naufragio se levantaba, y los rayos del sol se escurrían como dedos por las inmensas piedras ahuyentando la oscuridad a su paso

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  La mañana en la Isla del Naufragio se levantaba, y los rayos del sol se escurrían como dedos por las inmensas piedras ahuyentando la oscuridad a su paso. Para cuando la luz se coló por la ventana, Mica ya había despertado. Siempre había sido muy madrugadora, sobre todo desde que llegaron a la fortaleza. Bahía del Naufragio era el lugar más extraño que jamás había visto, pero le gustaba casi tanto como la casa en la que había vivido con su difunto padre. Muchos habían llamado a su antiguo hogar "pocilga", y aunque en aquel entonces ella era muy pequeña, sabía que no se trataba de algo bonito; pero su padre siempre le decía que no prestara atención a esas cosas, ya que su hogar era perfecto para ellos dos. La casita quedaba justo atrás de la iglesia, y todas las mañanas la despertaban las campanadas con las que llamaban a los feligreses. Recordaba la cocina de piedra, y el fogón de la esquina donde ella y su papá cocinaban. Había una pequeña mesa con dos banquillos que les había regalado el carpintero hacía algunos años, cuando su mamá aún vivía y ella era una bebé. En una orilla había una litera con colchones de paja. Ella dormía en la cama de arriba y su papá en la de abajo. Mientras su padre trabajaba, Micaela lo esperaba en la casa de Ada, su mejor amiga. La madre de Ada trabajaba limpiando la iglesia durante el día, y de vez en cuando revisaba que no se metieran en problemas. Había sido muy feliz ahí hasta que ambos salieron en busca de una vida nueva. Aquella fortaleza llena de piratas era muy grande, igual que un castillo. Un laberinto qué con ayuda de Will, pudo dominar muy pronto.

Will era un niño de rizos cobrizos y alborotados como una esponjosa nube, tenía la cara llena de pecas y cuando se reía, se le notaba que le faltaba un diente. Una vez el crío le contó que lo había perdido en una pelea contra otros dos niños.

—Eran dos —narró emocionado —

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—Eran dos —narró emocionado —. Uno de ellos me agarró por la espalda y el otro me pegó con el puño en la cara. Me tumbó el diente. Pero yo me zafé y les di una paliza. Salieron huyendo de la isla con mi diente como trofeo.

Pero Mica también había perdido un diente, y no había sido precisamente en una pelea. Se le había aflojado y al morder una manzana, se le cayó. Lloró al verse al espejo, y de pronto apareció Jack muy asustado por su llanto, pero al ver lo que ocurría le dijo que no se preocupara, que pronto le saldría uno nuevo y si eso no llegaba a suceder, podía ponerse uno de oro como los de él. Luego el pirata le sonrió enseñándole los dientes dorados. También le contó qué si dejaba el diente debajo de su almohada, un ratón vendría por él y le dejaría una moneda a cambio. Esa noche siguió las indicaciones del pirata y a la mañana siguiente encontró una moneda de oro. Cuando se lo contó a Will, este exclamó molesto, deseando haber podido hacer lo mismo con su diente.

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⏰ Última actualización: May 30, 2022 ⏰

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