El Capitán Jack Sparrow va tras un misterioso y gran tesoro que está lleno de secretos, misterios y leyendas. Se dice que, todos aquellos que fueron en su búsqueda, jamás volvieron. La única pista que el pirata tiene es Anastasia, una joven que casi...
El Perla Negra seguía navegando en el mar del Caribe, y su tripulación ejercía con eficiencia las labores que el segundo al mando les había designado a cada uno: Scrum y Read ajustaban las amarras, mientras que Pintel y Ragetti hacían equipo y competían contra Mullroy y Murtogg por ver quiénes limpiaban mejor su lado de la cubierta, Marty y Cotton ayudaban en la cocina y los demás trabajaban en las velas, y en las bodegas. El Maestre Gibbs comandaba el timón y a su vez el Capitán permanecía cerca de él, pero este último se encontraba examinando unas cartas de navegación que guardaban información sobre la zona.
Había pasado un día completo desde que Anastasia se enteró de la muerte de su padre, y en todo ese lapso Jack no se había atrevido a pedirle el mapa que tenían tiempo buscando.
Todos en el barco, inclusive el mismo Joshamee Gibbs, empezaban a incomodarse por dicha situación; navegaban otra vez sin rumbo, perdiendo tiempo, comida, ron y agua. Y al Maestre del Perla y mejor amigo del Capitán, sabía que, si Sparrow no resolvía eso, tendrían problemas muy pronto.
—¿Cuándo le vas a pedir el maldito mapa a la chica? —preguntó casi en un susurro.
Jack levantó la vista y lo observó extrañado.
—Esa no es la forma de dirigirte a tu Capitán. —propuso.
El hombre en el timón rodó los ojos y suspiró.
—¡Capitán! —lo llamó.
—¿Sí?
—¿No cree que ya es hora de pedirle el mapa a la Señorita Randall? —cuestionó con un tono amable bastante fingido.
—Ya lo sé, pero...
—¿Pero?
—La chica aún está en duelo... Y luego con lo de Vane...
Gibbs hizo un gesto de malestar cuando recordó eso último.
—¿Qué tanto daño le hizo ese hombre?
–No lo sé. No me lo dijo. Pero, lo que sea que le haya hecho... Vane se merece ser destripado vivo.
–Concuerdo contigo. –volvió sus ojos hacía el frente e inmediatamente los hizo regresar a donde estaba Jack –Ya duró mucho tiempo encerrada. ¿No crees? ¿Cuándo piensa salir?
Jack se encogió de hombros. Rememorando cómo se había puesto Anastasia al revelarle la muerte de su padre; la pobre lloraba a mares, estaba inconsolable. Y peor se puso cuando le dijo que había arrojado su cuerpo al mar. La chica enfureció, empujó al pirata, lo golpeó y poco le faltó para insultarlo. Pero esas cosas no eran las que le incomodaran, sino el hecho de que ella sufría. Esa misma noche, pero unas horas más tarde, había regresado al camarote para sersiorarse de que ella estaba bien, solo que, podía escucharla llorar detrás de la puerta.
Él quería ese mapa a como diera lugar, pero pese a ser un infame pirata, muy en el fondo sentía lástima por las personas que padecían de la injusticia.
Aunque en ese momento aceptó que Gibbs tenía razón: el mapa era lo que realmente importaba.
Tenía que ingeniárselas para cercarse a ella sin alterarla.
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