Desde que Anastasia Randall tenía memoria, regularmente viajaba con su padre a donde él fuera. Owen Randall, era un famoso antropólogo que iba a los rincones del mundo, a estudiar las ruinas de civilizaciones extinguidas. También le apasionaban mucho las leyendas, sobre todo las que incluían tesoros y acertijos.
Pese a lo duro de los territorios en los que se movían, ella adoraba descubrir nuevos mundos, y sobre todo amaba estar con su padre en todo momento.
Pero un día él tomó la decisión de dejarla en tierra definitivamente.
En ese entonces, Anastasia tenía ocho años; el bote salvavidas en el que ella, su padre y otros cuantos marinos iban, fue encontrado en medio del océano por un barco mercante. Después de que su nave había sido asaltada por piratas, y de llevar casi dos días a la deriva, los hombres ahí empezaban a inquietarse, pero gracias a la astucia de Owen, pudieron arreglárselas.
Al rescatarlos, el capitán del navío los llevó a tierra firme, y después, padre e hija viajaron nuevamente a la Isla de Santa Lucía. Ahí, la niña quedó bajo la crianza y tutela de la hermana menor de su difunta madre, la tía Lizabetha, una mujer soltera y muy joven, heredera de la gran fortuna de su padre, Lord Richard Harbour. La tía, pese a su corta edad, aceptó criar a la pequeña como si fuera propia y se esmeró en hacer de ella, la jovencita más inteligente y encantadora de todas. La había llenado de maestros que le enseñaron a cantar, a tocar instrumentos tales como el piano, violín y el arpa, a escribir poesía, a pintar al óleo y acuarelas, a bordar y a tejer. Pero lo que más le gustaba era aprender sobre todo antropología. Anastasia amaba leer los libros que su padre publicaba después de cada uno de sus largos viajes y se imaginaba que lo acompañaba en cada uno de ellos, tal y como lo hacía cuando niña.
Esa noche, después de la fiesta, la joven ansiaba ver en el horizonte las velas blancas del Monarca, el barco de su padre. En la última carta enviada por él, le anunciaba que llegaría a Santa Lucía, para antes de su cumpleaños, cosa que no cumplió.
Owen Randall, Doctor en Antropología, realizaba una investigación en uno de los muchos templos del misterioso y árido Egipto y tenía ahí más de un año. Según el escrito enviado hacía ya dos meses, después de regresar a la Isla, iría en busca de algo que hacía muchos años había dejado pendiente. Y la joven pensó que tal vez esa era la oportunidad que tenía para salir de la Santa Lucía y del compromiso con André Harker.
Sentada al pie de la ventana y con la vista al mar, Anastasia se sumergía en un océano de recuerdos y pensamientos, mientras se cepillaba los rizos dorados.
–"Si escuchas mi canción, persigue el viento frío –cantaba con una dulce voz que embriagaría a cualquiera –. Libera mi corazón o quédate conmigo".
–¡Anastasia! ¡Anastasia! ¿Sigues despierta? –escuchó del otro lado de la puerta.
Al abrirla encontró a su tía. La mujer llevaba una de sus acostumbradas pijamas de ceda blanca y sobre sus hombros, una larga y gruesa bata de satín azul turquesa.
Lizabetha Harbour, era aún muy hermosa. Su cabello era largo y rizado, solo que un poco más claro que el suyo. Sus ojos eran igual de azules. Y su piel, tan blanca como la de ella. Físicamente, ambas eran muy parecidas.
En los retratos que había de ella y su madre, juntas, podía darse cuenta cuando parecidas eran la una de la otra, como dos gotas de agua.
–Pasa tía. –invitó la chica.
–¿Cómo te sientes, corazón? ¿Te gustó la fiesta que organicé para ti?
Anastasia asintió, pero su tía advertía algo de tristeza en ella. Se acercó a su sobrina y la abrazó.
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Cold Heart
FanfictionEl Capitán Jack Sparrow va tras un misterioso y gran tesoro que está lleno de secretos, misterios y leyendas. Se dice que, todos aquellos que fueron en su búsqueda, jamás volvieron. La única pista que el pirata tiene es Anastasia, una joven que casi...