II

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La señorita reportera se arregló unas pocas horas antes del evento, era demasiada su emoción que no podía con ella, su jefe la recogió y le llevo.

En el lugar todos la recibieron con una sonrisa y no dejaron de alagarla, también la felicitaban por su gran primer éxito incluso las personas de otros periódicos de un gran puesto la felicitaban. Todo era como un sueño hecho realidad para ella.

De repente su Jefe se alejó de su lado, pero no le dio importancia ya que el jefe de la editorial del Mandarin Daily la invito a tomar algunas copas.

Así fue por un rato, siguió divirtiéndose con varios de los presentes hasta que su Jefe volvió, la tomo del brazo y la alejo de la multitud para hablar con ella.

—Esta despedida, Elizabeth.

—¿¡Que!?— Grito incrédula— ¿Pero si me acaba de alabar por mi artículo?

—No lo repetiré. Puedes ir mañana a recoger tus cosas.

El jefe solo se va sin decir más, mientras que ella solo suspiro y se quedó unos segundos ahí sin entender nada de lo que acaba de pasar. Por suerte no tardo mucho en entender su situación... Salió del lugar y caminó a casa temblando de frío y arrastrando los pies. Ya no tenía ánimos de nada. Creyó que por fin el destino le daba una oportunidad en el Sun News.

Mientras sus pies avanzaban sin saber su destino, se culpaba una y otra vez por no escuchar a su madre.

—No tuve que, a ver vuelto a Nueva York, esta selva con edificios solo trae desgracias... Meses de esfuerzo tirados a la basura, que diría de mí, mi padre si aún tuviera vida...

Cuando guardo silencio, juro a ver escuchado unas pisadas fuertes detrás de ella. Su traicionera mente solo pensó en lo peor. "¿Será un atracador?"

Aceleró el paso Intentando escapar, pero las pisadas parecieran estar aún más cerca de ella. Siguió caminando intentando buscar a las personas, pero no hay nadie" ¡¿Dónde está la gente!? ¡¿Acaso no es esta la cuidad que nunca duerme?!"

Justo cuando estaba a punto de caer en la locura sin saber qué hacer, vio un hombre parado al otro lado de la calle, sin otra alternativa corrió hacia él, desesperada tomo al hombre de uno de sus brazos con cuidado de no hacerle daño y le pidió ayuda.

— ¡Por favor, señor! ¡Hay un extraño siguiéndome! ¡Por favor ayúdeme!

El hombre la miro molesto, tal vez porque lo interrumpió o tal vez porque lo tomo del brazo sin permiso alguno.

— Lo siento. Pero no tengo otra opción... Por favor ayúdeme.

Hubo un pequeño silencio donde las miradas de ambos se encontraron... Una vez más... Ella se paralizo al ver que él le sonría, fue cuando se dio cuenta de que él era el mismo hombre del hospital. Tomó el bolso de la señorita y le enderezo el chal. Colocó su brazo alrededor de sus hombros como si realmente él la conociera

— Cálmate, querida. No voy a dejarte sola.

Ella suspiro de alivio y no pudo evitar sonreírle con agradecimiento...

—Y-yo lose...

El guardo silencio y se alejó un poco para abrir la puerta de su coche, y la miro esperando a que ella se subiera, pero dudaba en hacerlo.

—¿Que espera? Srta. Colvin...

¿Cómo podía ser posible? ¿De verdad ella lo recordaba? ... Le sonrió en respuesta y entro a su coche sin dudarlo más. Al fin se sintió segura.

—Yo...Gracias... ¿Señor?

Ese día en el hospital... Con el alborotó ella nunca supo su nombre.

— Vittorio Puzo. Es un gusto

Ella mantuvo su sonrisa y lo miro, pero el guardaba silencio y mantenía su vista concentrada en el camino, al parecer él no tenía ningún interés por conocerla...

—¿Dónde vive? —Le pregunto el fríamente.

— Puedes dejarme en el parque cerca de la avenida Wilson. En Queens.

—No es seguro que camine sola por la noche... mire lo que le pasó hoy.

—Vivo cerca del parque... debería ser seguro

— Como quiera. —acabo.

Continuaron el viaje en silencio, un poco incómodo. Cuando por fin llegaron a la dirección que la señorita pidió el detuvo el coche, pero antes de que ella se bajara lo miro unos segundos intentando decir algo, pero no le salían las palabras. Hasta que el hablo por ella.

— Vete a casa. Yo me voy

—... Gracias de nuevo... no habría escapado de ese atracador sin su ayuda Sr. Puzo

— No era un atracador, Sra. Colvin

— Quiere decir... Era un... Como sea ¿Le gustaría?

Antes de la señorita Colvin pudiera terminar de hablar el se fue sin decir nada más.

—Tomar algo... —Murmuro para ella misma mientras veía el auto móvil desaparecer. —¿Nadie le enseño de modales?

Dijo con el ceño fruncido, se dio la vuelta y suspiro.

—Ay... es hora de ir a casa Elizabeth...

•𝑃𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑓𝑢𝑡𝑢𝑟𝑜• #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora