En 1920 una joven intenta olvidar su pasado volviendo a la ciudad de los hechos esta vez para estudiar en una Universidad importante y dedicarse a una carrera digna de ella. Pero no cuenta con que su pasado es su destino y su amor del presente y eso...
Vittorio se aseguró de cerrar bien la pared y la ocultó lo mejor que pudo con otras cajas rellenando el espacio vacío. Rápidamente bajo las mangas de su camisa y volvió a ponerse su gabardina volviendo a su estilo elegante. Salió y detrás de él iban Sus hombres de más confianza Nino su segundo y Adriano su capo y también ahijado iban detrás de él.
Camino a la salida donde un detective y la Fiscal se encontraban esperándolo a él.
— Buenas noches Sr. Puzo
— Srta. Boseman.
Ambos se dieron la mano educadamente, ambos fingían que se agradaban, Diane tenía varias sospechas de él, podía jurar que él es un jefe de una mafia pero era demasiado astuto y nunca lograba encontrar ni una sola pista, o tal vez solo era inocente. Vittorio en cambio le desagradaba demasiado Boseman ya que era demasiado entrometida y molesta con el. Sus ojos brillaron y una sonrisa sadica se formó cuando Puzo imagino como la sacaría de su camino, pero aún que lo deseara mucho no podía hacerlo o se delataría ante la policía.
— Sr. Puzo lamentó las molestias, pero tenemos una orden de cateo
— Claro, pasen. Solo les pediré que no hagan mucho alboroto tengo clientes.
La fiscal Boseman sonrió con superioridad y no dijo nada más para entrar al lugar y comenzar a inspeccionar todo el lugar con la mirada. Habían pocas mesas ocupadas pero las que lo estaban, estaban llenas de personas sonriendo y hablando en su idioma, por suerte habían más Americanos que Italianos. El ambiente era más de un restaurante a un bar la mayoría de mesas tenían como bebida agua y las que no un vino simple. Los policías y el detective entraron y le dieron vueltas a todo el lugar, hacían lo que querían con las cosas, las tiraban y desordenaban. Esto hacía que los subordinados de Vittorio comenzaran a perder la paciencia y a molestarse, él solamente seguía con una expresión tranquila observando.
— Jefe! Por aquí hay unas escaleras abajo
— Interesante. Sr. Puzo ¿nos acompañaría? Solo usted.
— Por que no.
Vittorio los acompaño con tranquilidad se podría jurar que era inocente, no estaba ni un poco nervioso y sus trabajadores tampoco, estaban acostumbrados a estas situaciones, si uno de las tres personas que bajaron con el Don descubrían algo, todos sabían que hacer perfectamente.
El Don acompañó al detective, la fiscal y un policía escaleras abajo, pasaron por la puerta y luego por el pasillo encontrándose con aquella habitación llena de cajas viejas y vacías.
Elizabeth al escuchar las voces acercándose se quedó completamente inmóvil y se tapó la boca con sus manos guardando silencio. Cerró los ojos y vio como la pared se habría encontrándose con la Fiscal y Puzo. Inmediatamente los presentes notaron las cosas ilegales presentes y arrestaron a Don Vittorio y a ella.
Por suerte todo esto era solo producto de los nervios en su mente. Guardo todo el silencio que pudo y se quedó quieta y así pudo asegurar el bienestar de Don Puzo y escuchar mejor lo que pasaba del otro lado de la habitación.
— Revisen bien cada una de estas cajas.
— ¡Si, Jefe!
El detective y el policía cumplieron y volvieron a desordenar todo lo que estuviera enfrente de ellos. No se preocupaban si rompían algo.
— No hay nada aquí.
Dianne suspiro y rodó los ojos para mirar bien el lugar. Camino por todo el lugar observando cada detalle, no había nada más que hacer, era verdad no había ni una sola cosa ilegal ahí o que pudiera darle una pista. Todo se veía normal La fiscal se acercó a Vittorio y le tendió la mano.
— Lamentó el mal entendido, Sr. Puzo. Mis policías y yo nos retiramos
— Por su puesto, no hay problema
Vittorio sonrió con amabilidad y subió con ellos acompañándolos a la salida. Puzo no se movió de la entrada del lugar hasta estar seguro de que todos los policías se marcharon. Cuando lo hicieron cerró la puerta del lugar con llave.
— poliziotti stronzo dobbiamo ucciderli, soprattutto quell'insolente fiscale
— figlioccio di pazienza, eso solo nos traería problemas. Intenten ordenar un poco el lugar. Yo vuelvo en seguida
Vittorio volvió a bajar a ese lugar esta vez para mover la pared y sacar a Elizabeth de ahí. La vio con una sonrisa de gratitud. Una vez más esa astuta joven había salvado a Vittorio. Le tendió la mano ofreciéndole su mano ayudándola para salir de ahí.
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— Gracias Liz.
— ¿Por que me agradeces Vitto?
— Una vez más... me has salvado, quien está en deuda soy yo
Cuando Elizabeth posó su mano sobre la del Don, el la besó con delicadeza para luego sonreírle.
— No estás en deuda Vitto. Todo lo que hago es por que te tengo aprecio.