VIII

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Tal y como le prometí a Rossie viaje a Kentucky sola y sin decirle a nadie... Al llegar a mi casa entro con cuidado pasando por encima del portón. Es raro que no hay nadie cuidando, camino en silencio hasta que llego a la casa y me acerco con cuidado de que nadie me escuche, acercó mi rostro a una ventana para mirar mejor y noto que no hay nadie dentro, rodeo toda la casa mirando por las ventanas asegurándome de que no hay nadie, pero cuando miro para el salón principal mi madre está amarrada una silla y amordaza, supongo que estará dormida.

Me acerco a la puerta principal y entro usándome mi llave, antes de acercarme a ella cierro la puerta. Me acerco para desatarla y ayudarla a ponerse de pie

— Elisabetta, viniste por mí.

— Sabes que lo haría. —En cuanto termino de desatarla me abraza.

— Matare a Rossi cuando lo encuentre.

— Elisabetta, ¡dime que no haz vuelvo a tener contacto con esa familia!

— mamma... Es una larga historia

— ¡Lo prometiste! ¡Dijiste que iris a Nueva York a estudiar y no volverías a verlos!

— Si fue así, pero lo conocí a él y.... me está ayudando con algo, además no tiene nada que ver con esto.

— ¿El?

— Su hijo, ahora él es el Don... —Suspiré y me senté en un sofá— Ni yo misma se cómo paso todo.

—Elisabetta... —Se sentó a mi lado y me abrazó.

— Tú padre se hizo parte de esa familia por que necesitábamos dinero, pero siempre vivió con miedo de que podría llegar a pasarnos algo, lo único que quería era darte un futuro.

— Lo sé, pero... es un caso que estoy siguiendo... y él me ha ayudado varías veces, me salvo la vida... confío en él... Además, ya te lo dije él no tiene nada que ver con esto.

—Piccolina... No sé en que estas involucrada, pero promete que volverás a casa siempre...

— Lo prometo

— Puedo ver un brillo en tus ojos cuando hablas de él... tendrás que presentármelo. — Mi madre me da un besó en la frente y luego me guiña un ojo

— Mamma, qué cosas dices

Suelto una pequeña risa y mi madre sonríe. Él ambiente vuelve a ser cálido entre ambas hasta que escucho que alguien intenta forzar la puerta. Me pongo de pie enfrente de mi madre saco mi arma y apunto a la puerta. Tengo un nudo en la garganta mientras apunto a la puerta esperando la persona que va a entrar, tengo miedo que algo pueda sucederle a mi madre. Cuando por fin abren la puerta... El junto a sus otros dos hombres me apuntan y yo no dejo de hacerlo por la adrenalina.

— ¿¡Señorita Vitale!?

— ¿¡Nino!?... ¿Qué hace aquí?

— investigó a Rossi ¿usted?

Bajo mi arma y él hace un gesto con su mano a los hombres de atrás y ellos bajan sus armas.

— Ese... me amenazó con hacerle daño a mi madre si no venía, al parecer no está aquí y pude liberar a mi madre

— ¿Y no le dijo nada al Jefe? Tendré que llevarlas y no creo que al Jefe le agrade mucho esto.

— Bien... pero entiende que tenía que hacerlo.

— Si va a ser parte de esto, tiene que qué decirnos todo o tendrá que salir.

— Pero...

Escucho el sonido de un disparo que viene de la entrada de la casa, le han apuntado a un hombre de Ricci pero no alcanzan a darle, subo un poco la falda de mi vestido y tomó un dinero para dárselo a mi madre.

— Ve a Nueva York sabes el nombre de mi habitación

— No te dejare aquí, Elisabetta

— Señorita Vitale tomé nuestro coche y vallase con su madre

— No yo me quedo, llévate a mi madre, haz lo que digo Nino no dejaré que el Sr. Puzo pierda a su mejor hombre.

— Señorita...

— Por favor. — Nino frunce el ceño y asiente.

— Giorgo, Leonard.

— Salgan por atrás y nosotros los distraemos.

Sin decir más se van por la puerta de atrás. Nino y yo salimos por la puerta delantera para dispararles y distráelos mientras nos ocultábamos en algunos árboles.

A pesar de que intentábamos escapar esos hombres siempre nos encontraban y por poco alcanzaron a darnos.

— Nino vete.

— Sabe que no lo haré Señorita

Me sigue eh intento que no nos vean, pero aun así siguen persiguiéndonos, cada disparo que escucho, un nudo en la garganta se hace más grande, me da miedo terminar...

Corro con Nino donde creo que hay una salida, pero solo hay un acantilado y en el final de él un lago. Nos damos la vuelta para volver, pero esos hombres nos alcanzaron y nos acorralaron sin poder escapar.

Nino y yo subimos las manos dándoles a entender que no les dispararemos, pero no suelto el arma.

— Rossi no está, pero si los llevamos a ellos tal vez Juliano, no nos decapite. —Uno de los hombres le susurra al otro.

— No hay salida, tendremos que ir con ellos señorita. —Escucho un susurro departe de Nino y le respondo de la misma forma.

— Nadie irá con nadie, vamos a saltar.

— ¡¿Que!?

Antes de que los hombres reaccionen tomó a Riccicon fuerza de la muñeca y le obligó a saltar conmigo. Mientras caigo sientocomo si el tiempo estuviera más lento que nunca. Puede que esto también nos mate,pero no dejaré que ellos se salga con la suya.

•𝑃𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑓𝑢𝑡𝑢𝑟𝑜• #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora