En 1920 una joven intenta olvidar su pasado volviendo a la ciudad de los hechos esta vez para estudiar en una Universidad importante y dedicarse a una carrera digna de ella. Pero no cuenta con que su pasado es su destino y su amor del presente y eso...
Luego de que Elizabeth vio que Amy se había marchado los hombres de Juliano lograron entrar en el pasillo con facilidad, dispararon sin parar y Elizabeth se defendió como pudo dando pasos hacia atrás hasta llegar a la puerta principal.
Logró salir del lugar y corrió hasta encontrar un taxi, el cual la llevó hasta el hotel donde se alojaba, entró con una llave que tenía guardada de la puerta de atrás del hotel y camino hasta su habitación.
Para ese entonces la adrenalina de la joven ya se había pasado, ahora sentía el ardiente dolor de la bala que había alcanzado a darle en el hombro. Tomó rápido el botiquín que tenía guardado y se encerró en el baño, se miró al espejo y revisó su herida. Comenzó a caminar en círculos nerviosa y cuando estaba lista... comenzó a sudar y a dar leves jadeas preparándose para lo que iba hacer. Arrancó un pedazo de tela y se lo metió en la boca para morderlo.
Aún que no quería hacerlo debía, entre gritos y llantos se sacó la bala ella misma.
Luego se puso alcohol y también tomó un poco, se vendo y se tumbo en la cama para descansar. Ahora Juliano estaría buscándola hasta por debajo de las piedras.
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La señorita Elizabeth salió de la habitación, antes cerró la puerta y corrió apresurada a las escaleras las cuales bajo de la misma forma.
Juliano tenía por todo el hotel búscando a la joven, dio un suspiro pesado y se acercó con calma a Juliano.
— Me querías ¿no?... aquí me tienes, deja de lastimar a personas inocentes.
— Te subestimé, pensé que eras una cualquiera. —Elizabeth solo guardó silencio y frunció el ceño.
En segundos los hombres de Juliano la tomaron con fuerza de los brazos y no tardaron en atarla con una soga y la metieron en uno de los coches...
— ¿Que quiere que hagamos con ella, Jefe?
— Esa puta mentirosa merece algo peor que la muerte...
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La joven abrió sus ojos lentamente, sentía el frío viento recorrer su cuerpo el cual le daba escalofrío al juntarse con la sangre, colgada de los brazos, en un sótano completamente oscuro un ligero rayo de la brillante luna iluminaba su rostro lleno de cansancio y dolor.
Rodeada por al menos 5 hombres que le golpeaban y gritaban cerraba sus ojos con fuerza con cada golpe y se imagina a Vittorio, y en su mente cantaba una canción que había escuchado una vez en uno de sus viajes a Francia en un teatro. Le pedía perdón a Vittorio y se despedía de él en su mente, algo que la ayudaba a no concentrarse en el dolor.