Capítulo XLIV

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Un corazón roto mientras estaba embarazada era peor que todas las experiencias anteriores. Debía mantenerme medianamente estable por el bebé, no podía arriesgar a pasar lo de la última pelea, pero me sentía peor y eso aumentaba con cada día que pasaba y él se alejaba más de mí.

Nicholas se marchó y el domingo lo esperé, claro que lo hice, quería hablar con él y salvar lo que me había hecho feliz, aquello que me estaba dando lo que alguna vez quise.

El lunes y martes decidí esperarlo. Estuve sentada en la mesa hasta la una de la madrugada y él no llegó. Me fui a dormir y al despertar él ya se había ido. Le envié mensajes que respondía con simples monosílabos e intenté llamarle, pero solo me preguntaba si era urgente, yo decía que no y él colgaba.

El resto de la semana comprendí que no me quería cerca. Me despertaba temprano y me dormía tarde con esperanzas de encontrarlo, hablarle, pero él se aseguraba de no estar.

El debate mental que este problema ocasionó era muy imparcial. Mientras yo lo dejé explicarse después de que me prometió no ver a Madison, él se comportó como si me hubiera encontrado en la cama con Dean.

Me sentí sucia los primeros días, pero luego me cuestioné si de verdad esto tenía sentido.

Confiar me costaba trabajo, siempre lo hizo. Todos aquellos a los que les decía lo que sentía por ellos me habían defraudado. Las personas más cercanas a mí me habían dejado sola en algún punto de mi vida y prefería blindar mi corazón para evitar más daño y aceptar que llegué al mundo sola y moriría sola, pero Nicholas atravesó esa barrera sin ningún problema.

Él entró a mi corazón sin hacer ruido y cuando menos lo esperé estaba totalmente enamorada de él, como cualquier mujer que tenga la oportunidad de conocerlo.

Justo ahora me encontraba frente a un estante lleno de pastas y comida orgánica. Mi esposo disfrutaba de ella y aunque me costó acostumbrarme al sabor al principio, ahí estaba, llenado el carrito de carnes y comida que no entraba en mi presupuesto antes de ser una Spencer.

—Estos son mejores. —La voz atrás de mí me hizo pegar un brinco y al darme la vuelta fruncí el ceño.

—James.

Él sonrió de lado, metiéndose una mano al bolsillo de su chaqueta.

—¿Qué haces aquí?

—Compro comida y artículos de limpieza.

—Creí que alguien lo hacía por ti—comentó con una ceja alzada.

—Normalmente sí, pero a veces me gusta distraerme aquí—admití, sonriendo de manera incómoda.

—¿Cómo has estado?

—Bien.

—Muy embarazada—comentó y ambos reímos.

—Sí, el bebé es enorme. —Acaricié mi barriga con una mirada llena de orgullo.

Él aún no estaba en mis brazos, pero ya me sentía orgullosa de mi pequeño.

—¿Es un niño? —preguntó y asentí.

—Un bebé muy sano y grande. Lo está haciendo bien—admití, imaginándome una mano pequeña entre las mías.

—Es lo que importa, ¿no?

Asentí.

—Agradezco que todo esté en orden, de verdad. No puedo cuidarme ni a mí misma y no puedo imaginarme lo que hubiera sido si él fuera especial—admití, sintiéndome mal por aquella situación.

—Serías una buena madre como lo serás con él. Siempre quisiste hijos y lo estás haciendo, Jess.

—Esto es emocionante. —Fuera de lo mal que me sentía por la situación con Nicholas, hablar de mi hijo y distraerme con él mejoraba todo.

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