Capítulo IX

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—Tendrás que darles esto mezclado con su leche, ¿bien? —dijo el doctor, poniéndome un frasco de vitaminas en mis manos y la fórmula en otra.

—¿Cómo...?

—Nicholas me informó. Soy el veterinario del Señor Harris—me informó y fruncí el ceño ante el nombre.

¿Había algún hombre que prefería ir al veterinario en vez de un doctor de humanos?

—Él me dijo que eran cachorros en sus primeras semanas de vida, no muestran anemia ni están bajos de peso. Todo se escucha bien y me alegro que los encontraran, no creo que hubieran resistido la noche con el frío—dijo, viendo a los perritos dormidos sobre una manta de lana que ya no usaba.

Nicholas estaba sentado frente a ellos, viéndolos y ayudándome a darles calor a los dos más pequeños entre sus grandes manos.

—Llámame si ocurre algo, este es mi número y en unas semanas podremos ponerles las primeras vacunas—me informó, dándome su tarjeta y caminando a la puerta—. Nicholas ya pagó, espero que pases bien la noche con esos amiguitos.

Antes de que pudiera hablar, el hombre me sonrió y salió por la puerta con sus cosas.

Me di la vuelta y me crucé de brazos, viendo a Nicholas examinar a los perritos y sonreír al ver sus genitales.

—Tres perritos y una perrita—informó—, y ella es la más pequeña.

—Yo puedo pagar, Nicholas.

Él dejó al cachorro de nuevo con sus hermanos y alzó una ceja.

—Jess...

—¿Puedes quedarte con ellos? Iré por su cama y algunos pañales para cachorros en el super. Aún alcanzo a llegar.

—Uno ya defecó en mi zapato, Jess.

Reprimí una sonrisa y observé a la más pequeña caminar temblorosa hacia Nicholas.

—Le agradaste.

—Ellos la pelean, claro que le agrado—se mofó, sosteniéndola y viéndola de manera tierna.

—Vuelvo en unos minutos, ponte cómodo. Dejé café en la cafetera, el azúcar está al lado y hay varias tazas ahí. —Él asintió y lo vi observar atento mi pequeño lugar.

Caminé hacia el armario, me puse el abrigo y tomé la pequeña cartera que usaba cuando salía de emergencia.

Conduje con cuidado y llegué justo a tiempo al super. El de la entrada me vio mal porque llegué un minuto antes de que dejaran entrar al último cliente y con paso rápido me dirigí al área de mascotas. Observé algunas camas amplias y me aseguré de tener una por el tiempo que les tomara a los cachorros comer croquetas. Agregué unos cuantos juguetes, un champú para mascotas y pañales ultra absorbentes para cachorros.

La de la caja alzó una ceja al ver mis compras y le sonreí como si fuera lo más normal.

Salí corriendo, o al menos lo que mis tacones me permitían y conduje de regreso al apartamento.

Volví a correr hacia la entrada, abrí la puerta y me quité los tacones, gimiendo y luego el abrigo y lo demás. Caminé hasta la sala, donde había dejado a Nicholas y lo encontré parado frente a mi librero.

Sus manos estaban en sus caderas con las mangas hasta los codos. Sus ojos barrían los libros y los perritos estaban acostados entre ellos. Unas barrigas blancas me hicieron reír y a pesar de que no olían mal, quise tener algo de limpieza.

—Listo.

Él se dio la vuelta y me dirigí a la cocina por papel para limpiar los pequeños excrementos regados y los orines.

Winter love ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora