Capítulo L

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Con mi corazón deshecho me di la vuelta mientras las lágrimas bajaban por mis mejillas y los sollozos salían por mi boca. No quería quedarme para ver cómo se había olvidado de mí y que mi corazón siguiera siendo destruido.

Mi vida era un asco, cada parte de ella y lo único bueno que me quedaba era el bebé que venía en camino y a quien su padre no recordaba. Primero creí que él moriría y ahora una de mis pesadillas se hacía real.

Él me había olvidado, él había olvidado que me amaba y yo lo amaba a él.

Caminé rápidamente, escuchando al doctor llamarme atrás de mí. Estaba mareada, el aire me faltaba y el pecho me dolía. Debía calmarme o tendría a mi pequeño ahí mismo gracias al choque de emociones que me dio su padre. Me estaba asfixiando y sentía que caería en cualquier minuto.

—¡Señora Spencer! ¡Espere, señora Spencer! Deje de caminar, por favor. —Me detuve y no porque él me lo estuviera pidiendo, sino porque si seguía caminando podía caerme y la idea de perder al único ser que me quedaba me desgarraba por dentro.

Sostuve mi vientre y me importó poco que las personas me vieran llorar. No podía dejar de hacerlo porque ahora sí me sentía perdida, estaba perdiendo todo lo que amaba.

Observé al doctor correr hacia mí y detenerse con la respiración agitada.

—Jesús, señora, camina tan rápido, ¡y está embarazada!... ay, Dios mío, debo hacer ejercicio. —Alcé una ceja impaciente. No estaba en humor para escucharlo quejarse de su falta de movimiento mientras yo quería ir y llorar a casa—. Debe volver conmigo.

Negué rápidamente y cuando traté de caminar él tomó mi codo.

—No volveré a ver a mi esposo olvidarme—dije de manera firme con la voz rota.

Él suspiró y no soltó mi codo.

—Por favor, señora, venga conmigo.

—No puedo—susurré entre el llanto.

—Por favor, es necesario... se trata sobre su esposo, por favor.

—Él me olvidó, no recuerda quién soy... yo... ¿sabe lo que es eso? —Él negó y me vio con tristeza.

—Por favor, señora, solo le pido cinco minutos ahí adentro y podrá irse. —Sabía que no dejaría de insistir, y legalmente era la responsable de Nicholas en casos de emergencias, por lo que debía estar ahí.

Maldito Nicholas en la hora en la que decidió dejarme esa responsabilidad. Estaba totalmente sola ahora con él creyendo que la loca de su ex era su pareja aún.

Mi labio inferior tembló y con torpeza me limpié las lágrimas que rodaron por mis mejillas. El doctor sonrió levemente y caminamos de regreso a la habitación de Nicholas.

Era difícil para mí volver ahí y ver al hombre que amaba despierto, pero con sus ojos vacíos, sin ese amor que me volvía loca cada vez que buscaba refugio en ese mar azul.

Al acercarme a la puerta me detuve y sollocé recargada a la pared mientras el doctor me veía con pena. Me cubrí el rostro con las manos, tratando de silenciarme. Él me podía escuchar, lo sabía porque la puerta estaba abierta y el doctor paseaba sus ojos entre él y yo. Cerré los ojos, tratando de controlarme internamente para no entrar hecha un desastre y que él viera aquello.

—Jess, vuelve aquí...—Aquella voz me hizo abrir los ojos rápidamente y sentir un bajo en la glucosa de mi cuerpo. Mi respiración se atascó y mis ojos casi se salían de mi cráneo. El doctor me vio con una pequeña sonrisa y le di una mirada molesta.

—Usted es un hijo de...

—Jess... Jessica, ven. —La voz gruesa que pronunciaba mi nombre me hizo sentir molesta a pesar de que heló mi sangre e impidió que le dijera el gran insulto que estaba saliendo de lo más profundo de mi alma al doctor.

Winter love ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora